• Por Antonio Méndez

Crítica

El instrumental dream pop con ecos de los Cure “Life in Technicolor” abre “Viva la Vida or Death And All of His Friends”, cuarto disco en estudio de Coldplay, grupo que en este disco ahonda en sus sonidos psicodélicos (incluso prog-rock), e incluyen resonancias de U2, Radiohead, Beatles o Pink Floyd.

El primer corte con texto es “Cemeteries Of London”, una envolvente pieza gótica (a pesar de los lalalalas) con guitarras a lo The Edge y sintetizadores, en una ambientación de terror con paseos noctámbulos en busca de Dios, fantasmas rezando, maldiciones, brujas y ciudades espectrales.

“Lost”, con base dance-funk-pop y un muro de órgano de iglesia, es una canción de esperanza para los malos momentos con cierto aire místico. Puertas que no se abren, ríos que hay que cruzar, ¿qué es un perdedor?, ¿qué significa ganar en la vida? Chris Martin sólo espera que algún día llegue la luz y poder alcanzar la felicidad. Pues a ver si te alumbran.

“42” es un tema que podrían interpretar Radiohead con piano Beatles. Marca los deseos espirituales del “más allá” abordando la futilidad de la vida y teniendo confianza en que haya algo tras la muerte. “Esos que han muerto no están muertos”… A mitad de la pieza se aviva el ritmo con algún destello nuevaolero que poco tiene que ver con su inicio antes de retomar la misma atmósfera en su conclusión.

El primer título de “Lovers in Japan/Reign of Love” es un movido corte con piano, intenso bajo y acertados arreglos de guitarra que avivan la pieza puntualmente. El contexto es oriental y el tema romántico con expectativas de mejora.

En el segundo, Martin no se desapega de la espiritualidad mostrada en otras fases del álbum, y a través de una delicada balada con piano y arreglos con propósitos de crear una ambientación espacial-etérea, intenta buscar el Reinado del Amor.

En “Yes” vuelve a ocuparse de Dios en una historia de tentación sexual, “Vida la vida” posee una lujosa sección de cuerdas, arreglos vocales dream-pop y percusión spectoriana antecediendo y en pleno estribillo, todo ello ornamentando una curiosa imaginería con una narración en primera persona que, escuchado lo escuchado, podría ser incluso del mismísimo Jesucristo, Nada más y nada menos.

El primer single, “Violet Hill”, ofrece estampas invernales con viñetas vagas de política y religión y un concepto sonoro cercano a los Pink Floyd post-Syd Barrett.

“Strawberry Swing”, con guitarras de corte psicodélico-oriental y riff rítmico a lo Bo Diddley, es un escapismo con huida de la mediocridad general y búsqueda de un aislamiento romántico rodeado de fresas (al estilo campo lisérgico de los Beatles).

En “Death and All of His Friends” Martin pretende huir de preocupaciones, batallas, violencias, venganzas… con una cálida canción que principia como balada de piano y acelera su ritmo con coros que remachan la evasión citada previamente.

Es el fin (más allá de “lo oculto”) de un grato disco de Coldplay producido (en parte) por Brian Eno y destacado por sus atmósferas, sus imaginerías líricas, sus aciertos melódicos y sus cuidados arreglos.

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