• Por AlohaCriticón

como robar un millon posterDirección: William Wyler.
Intérpretes: Audrey Hepburn, Peter O’Toole, Hugh Griffith, Eli Wallach.


Nicole (Audrey Hepburn) es la hija de Charles Bonnet (Hugh Griffith), un acaudalado parisino coleccionista de arte, cuyas obras son en su mayoría perfectas copias realizadas por él mismo.
La copia de una Venus de Benvenuto Cellini será expuesta en el Museo Nacional tras ser cedida por Bonnet.
Nicole, ante el temor de que los expertos descubran que es una falsificación, contrata a un ladrón de guante blanco llamado Simon Dermott (Peter O’Toole) para que robe la estatua, sin sospechar que Dermott es un detective que está investigando a su padre.




El cine de William Wyler me recuerda a la aristocracia, al lado enigmático y elegante de las élites y de los multimillonarios.

Sus películas doradas de finales de los 30 y principios de los 40 giran en torno a este mundo, donde lo más importante es la apariencia y la riqueza, con unos personajes fríos y caprichosos, egoístas y mezquinos, que tan sólo consiguen rodearse de servidumbre pero no de cariño.

Ocurre en “Jezabel” (Jezebel, William Wyler, 1938), quizás su obra maestra, pero también en “La Heredera” (The heiress, William Wyler, 1949), en “La Loba” (The little foxes, William Wyler, 1941) o, incluso, en la simpática “Cómo Robar Un Millón Y…” (How to steal a million, William Wyler, 1966), aunque aquí no hay mezquinos sino granujas atractivos y padres falsificadores. En todas sus películas la premisa es el cambio que se opera en la vida de los personajes.

Mientras que en “Jezabel” y en “La Heredera” ese cambio es melodramático y gira en torno al amor, en una película tan genial y necesaria como “Los Mejores Años De Nuestra Vida” (The best years of our lives, William Wyler, 1946) es el regreso de los personajes de la Segunda Guerra Mundial lo que origina ese cambio.

Wyler parece preocuparse por descubrir las debilidades de una felicidad sustentada en la riqueza y la monotonía.

No es raro que en cada película suya se produzca una clara voluntad de superación por parte del personaje principal.

Puede ser positiva como en el caso de la ya citada “Los Mejores Años De Nuestra Vida”, o negativa, como en “La Loba”, película donde el personaje interpretado por Bette Davis hace todo lo posible por acumular dinero a expensas de su familia.

Es esta película un compendio magnífico de todo el universo del director.

En ella admiramos la fascinante puesta en escena, con travellings y planos secuencia de factura impecable, en decorados suntuosos y todo ello rodado en interiores, jugando con la luz y con el movimiento de los personajes.

La voluntad de Wyler parece la de crear un mundo que se sostiene dentro de la pantalla.

Sus personajes no son perseguidos por la cámara sino que ésta permanece quieta, como un espía.

En efecto, el espectador debe observar cada detalle para percatarse de la descomposición de ese mundo falso y cruel.

Es decir, Wyller pretende que entendamos que en las vidas idílicas y placenteras se esconden mundos de mezquindad, una lección que también ha aprendido sobradamente David Lynch, aunque en éste importa más la forma que el contenido.




En “Cómo Robar Un Millón y…” Wyler recurre a una puesta en escena elegante y suntuosa, donde la panorámica domina sobre el primer plano.

La función de éste último es la de acentuar los gestos de los personajes y suele aparecer de forma brusca para enfatizar la idea burlesca de la película.

El humor nace de la propia historia y gira en torno a la ubicación de los personajes dentro del plano: el espacio diminuto que deben compartir Peter O’Toole y Audrey Hepburn mientras realizan el robo del cuadro, el tropiezo con el cristal del multimillonario interpretado por Eli Wallach o la escena del intento de robo en la casa de los Bonnet, ejemplos de situaciones cómicas que surgen de la imaginación del director pero que no se corresponden con hallazgos de guión.

La película es, en este sentido, tremendamente visual.

Toda la escena del robo de la estatua parece muda, y esto la aporta cierta carga de suspense.

Por otro lado, la historia gira en torno al tema del enigma, sustentada en el personaje del atractivo ladronzuelo Simon Dermott, interpretado magníficamente por Peter O’Toole.

Pero Wyler no era un director de comedias y la película muestra esta carencia en su tiempo narrativo, que es la marca de fábrica de una buena comedia.

La sensación de reposo que poseen muchas de sus escenas no casa bien con la voluntad cómica del relato, el cual parece necesitar una velocidad más para alcanzar esa locura propia de toda comedia.

Aun así, Wyler consigue construir una simpática historia de amor y robos en un París pretendidamente cinematográfico, donde el espectador disfruta con el juego de las falsedades y los enigmas y de nuevo siente que vive dentro de un mundo de fantasía y alegría.

Víctor Rivas Morente

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