• Por Antonio Méndez

cuchillo-agua-poster-criticaDirección: Roman Polanski.
Intérpretes: Leon Niemczyk, Jolanta Umecka, Zygmunt Malanovicz.

Con guión de Roman Polanski (“El Quimérico Inquilino”), Jakub Goldberg y Jerzi Skolimowski (“El Fácil Triunfo”).

Sinopsis

La pareja formada por Andrzej (Leon Niemczyk) y Krystyna (Jolanta Umecka) se dirigen en su coche hacia el puerto para pasar un día en su barco.
En medio del viaje encuentra a un joven autoestopista (Zygmunt Malanowicz), que se une a ellos en su trayecto.

Crítica




Roman Polanski debutó en formato largometraje con este drama psicológico con sólo tres personajes y una clásica trama de perturbación de la normalidad a causa de la aparición de un extraño.

El film destaca por el aislamiento de sus escenarios, el sugerente trabajo de cámara y la planificación de las escenas con influencias de la nouvelle vague francesa, el uso de los silencios y ciertos momentos de tensión con situaciones de atracción sexual, pugna generacional, ansiad de libertad en una sociedad apática, estereotipada, y rasgos de absurdo en algunos diálogos.

A ratos monótona, a ratos fascinante.

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Roman Polanski




cuchillo-agua-polanski-critica-reviewUn periodista deportivo llamado Andzrej (Leon Niemczyk) se dirige en coche con su esposa Krystyna (Jolanta Umecka) hacia el lago Mazury para pasar un fin de semana en su yate. En el trayecto encuentran a un estudiante (Zygmunt Malanovicz) haciendo autostop, al que terminan invitando para que les acompañe.

Primera película de Roman Polanski, todavía en su periodo de cine polaco. Tomando elementos, a veces de la “nouvelle vague”, de Roberto Rosellini o del propio Alfred Hitchcock, relata un día de vacaciones de un matrimonio en un pequeño velero, con un joven al que encuentran haciendo auto stop.

Destaca sobre todo, el ambiente conseguido, totalmente claustrofóbico, del trío encerrado, paradójicamente, en medio del desértico mar. Esta situación tensa y vacía, llevará a una pugna generacional entre los dos hombres, el marido ya maduro, frente al joven vital y veinteañero, para hacerse notar ante la figura femenina.



Este estado límite de crispación y abulia, –en el que Polanski juega con la metáfora del cuchillo, como representación violenta–, revelará finalmente el deterioro de las relaciones matrimoniales, llegando incluso a una esporádica infidelidad, frente a la huida en busca de “otra” libertad del joven trotamundos.

El conformismo final de un tipo de sociedad acomodada y acomodaticia, tanto en su parcela económica como sentimental, renunciando voluntariamente a cualquier evolución ilusionante, sea, quizás, el reproche a un régimen político, paternalista y castrante, de este aburrimiento existencial.

Ángel Lapresta

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