Dirección: Glenn Standring.
Intérpretes: Dougray Scott, Saffron Burrows, Leo Gregory, Scott Wills.
Con guión de Glenn Standring (“The Irrefutable Truth About Demons”).
Sinopsis
En una futura Nueva Zelanda y durante los años 60 conviven en armonía los humanos con los vampiros. Esta paz se rompe cuando un vampiro renegado llamado Edgar (Leo Gregory) comienza a atacar a los hombres. Para intentar atrapar a Edgar y retomar la previa estabilidad en el lugar, la iglesia envia a su hermano Silus (Dougray Scott).
Crítica
Un auténtico comistrajo esta película co-producida entre Gran Bretaña y Nueva Zelanda que mezcla acción escasa con asunto policial-criminal en busca de asesino en serie con ansias megalómanas, drama epidémico, fantasía con vampiros modernetes, lucha fraternal entre bien y mal, guapa policía torturada por el pasado, romance sobrante… Todo sin un claro enfoque, con demasiada ambición y nula originalidad.
La historia dice situarse en los años 60 pero el ambiente conseguido es un reflejo gótico-barato de las novelas de Charles Dickens en época victoriana mezcladas con el marveliano “Blade”.
Las derivativas atmósferas presentan interiores sombríos y claustrofóbicos junto a exteriores húmedos. Todo muy vaporoso con adornos molestos de zooms, planos cenitales y cámara rápida intentando cargar con presunto estilo su estética.
La trama y personajes resultan endebles, con una especie de secta religiosa-vampírica conviviendo en paz con los hombres de manera servil. La rebeldía ante tal estatus social de dedicación determinará una serie de confrontaciones más que aburridas con reflejos bíblicos de la pugna entre Caín y Abel.
Las actuaciones en desequilibrio… unos parecen de palo, otros seguro que no saben ellos mismos qué pintan o de qué va realmente la película, y otros sobreactúan intentando remedar psicopatías cinematográficas previas… no ayudan a enaltecer el resultado global del film.
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