• Por AlohaCriticón

LA DUDA (2008)

Dirección: John Patrick Shanley.

Intérpretes: Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Viola Davis.

Año 1964. Un colegio religioso del Bronx es regido de forma estricta por la hermana Aloysius Beauvier (Meryl Streep), quien no está de acuerdo con las normas menos disciplinarias del padre Flynn (Philip Seymour Hoffman), a quien intenta expulsar del centro acusándole de abusos sexuales con el único alumno negro del colegio.

El escritor John Patrick Shanley adaptó su propia obra teatral en “La Duda”, un drama psicológico ambientado en un colegio católico.

El efecto de la falsa acusación en sus personajes principales emparenta las consecuencias de su conflicto con otros films previos, sea la reciente “Expiación” de Joe Wright, o la lejana “La Calumnia”, película de William Wyler basada en una obra de Lillian Hellman.

La película plantea una situación de enfrentamiento con injusticia y despotismo, que se beneficia de la intensidad que aportan a sus personajes Meryl Streep –en ocasiones un tanto desprendida del tono equilibrado pretendido por Shanley como caricatura de personaje malévolo estilo villana de Disney o ama-arpía de llaves tipo Judith Anderson- y un sensacional Philip Seymour Hoffman (este sí acorde a su caracterización), alcanzando su mejor momento en la larga y última interacción entre ambos con un preludio de encuentro en plano inclinado.

A pesar del tema tratado y el contexto, el film no cae en el sensacionalismo y aborda con madurez un escabroso hecho como macguffin para tratar discusiones sobre creencias, moralidad, arbitrariedad y sospechas.

Además de la fuerza otorgada por sus intérpretes en las escenas clave, la historia posee un enfoque sereno y abatido (con ambientes otoñales generalmente grises y suelos cubiertos de hojas) con una progresión obsesiva, lo que ayuda a realzar puntualmente su sencilla propuesta con un contraste estereotipado y ambiguo entre actitudes y un ejercicio de lucimiento interpretativo.

Enlaces

Meryl Streep

Philip Seymour Hoffman

Amy Adams

Viola Davis

¿Quién tiene la verdad absoluta?, dentro del mundo terrenal y el espiritual existen cuestiones divergentes que nos hacen reflexionar sobre la relación entre ambos mundos.

La película John Patrick Shanley, quien dirige, escribe y adapta su novela “La duda” a la pantalla grande, se somete a un cuestionamiento autoinflingido que por desgracia queda a un nivel muy tibio, ya sea por la falta de ingenio o por ufanarse de tenerlo de modo exagerado.

Sin duda alguna la película funciona gracias al trío interpretativo formado por Meryl Streep en un papel dogmático, a su medida, punzante y recalcitrante, desde el primer instante en que alza la voz su presencia es inaudita; puede ser que dentro de su actuación se percibe el estereotipo de profesora malhumorada que pretende seguir los cánones de la escuela católica sin gran sensibilidad amorosa más, evidentemente, persuasiva.

Streep entra en esgrima interpretativo con Philip Seymour Hoffman, quien ha ido crecido magistralmente dentro del medio gracias a su gran versatilidad al momento de ponerse frente a una cámara. Dicho actor interpreta con mayor disipación a su personaje, sin crear con ello una situación meramente dicotómica entre ambos actores. Para acentuar al dúo inicial se encuentra Amy Adams, quien abre su repertorio y sorprende de forma mesurada, es gracias a ellos que la película se alza y se torna creíble, pues sin ellos cabría la posibilidad de caer en un terrible error narrativo.

El problema con “La duda” es que no conserva el brío con el cual emerge su premisa, que es: la sospecha. Los personajes se encuentran enclaustrados en una infinita ambigüedad que dejará insatisfecho a algunos espectadores, mientras que otros creeremos entender la razón de los eventos.

El planteamiento inicial es ensordecedor y preocupante, pero el proceso (sin ser cansino) deja la sensación de que no se llegará a nada; los personajes del padre y la monja adquieren tantos puntos a su favor como en contra, sin embargo se presiente que dicho puntaje se logra gracias al encaprichamiento de ambos y no por la intención de buscar la verdad. Por lo tanto dicho sentimiento que roza lo efectista se proyecta a la película en su totalidad, ya que puede ser tomada como un análisis que llevará a las neuronas por el camino sináptico del discernimiento, la ecuanimidad y el reconocimiento de la “verdad”, o bien a la apreciación de un juego escabroso entre dos personas que se encuentran completamente equivocadas, sin mayor intención que destruir al prójimo, con un tema tan importante como lo es el abuso infantil de por medio.

Lo que se debe reconocer es que por ambos caminos la película aboga por la reflexión, para bien, para mal, por verdad o mentira, quien busque un producto que le haga disfrutar de una intriga acertada en muchos aspectos, así como delicada en otros tantos, puede sentarse a ver “La duda”.

Vale la pena mencionar el brillante desarrollo de la técnica, el encargado de la fotografía, Roger Deakins, hace un trabajo obsesivo por la diversidad de planos, algunos acertados, otros que se notan sobrecargados en un lapso de tiempo poco adecuado, no obstante de forma general se aprecia una estética que favorece tremendamente a la trama. De igual modo la ambientación otoñal e invernal es indispensable, es una lástima qua la película no cargue con una banda sonora que resalte lo anteriormente citado.

Lucio Rogelio Avila Moreno

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