• Por AlohaCriticón

la mejor juventud cartel critica la meglio gioventuDirección: Marco Tullio Giordana.
Intérpretes: Luigi Lo Cascio, Alessio Boni, Sonia Bergamasco, Adriana Asti.


Roma, año 1966.
La vida de una familia de clase media italiana, transcurre pasando por situaciones y relaciones afectivas que inciden en la personalidad de cada uno de sus miembros: el padre, comerciante y preocupado por la comunicación con uno de sus hijos, la madre, profesora de escuela y excesivamente protectora con ese hijo y los hermanos.
A partir de ellos se desarrollará la película, con el trasfondo de los acontecimientos sociales y políticos de la época, que llega hasta el año 2003.

El díptico “La Mejor Juventud”, puede considerarse como la película revelación del año 2003.

Estrenada sin grandes alharacas, y como único producto publicitario, el boca a oído, esta monumental obra de arte italiana debe recomendarse a toda aquella persona con un mínimo de sensibilidad, es decir, a todo el mundo.

Un par de argumentos de peso si el aconsejado se echa atrás al mirar la duración de la película (concebida como serie por la Radio Televisión Italiana): primero, el ritmo de la película no decae ningún momento, es decir, la posibilidad de bostezar se atenúa de forma considerable (la culpa la tiene el guión y la formidable capacidad interpretativa del elenco de actores que deja su impronta en la pantalla, la mayor parte de ellos desconocidos para el público español); y segundo, más de un conocido me ha comentado que la atracción de la primera parte es tal, que en la misma tarde acudió a presenciar la segunda (que es todavía de mayor calado).




La riqueza de la película reside en la variedad de personajes que se enfrentan a situaciones de toda índole, generadas, en la mayoría de los casos, por los acontecimientos sociales y políticos ocurridos en Italia desde el año 1966 hasta el año 2003.

Si a todo ello unimos la magnífica fotografía con la que solazarnos contemplando los paisajes de Sicilia, La Toscana y Noruega, la poderosa y bien colocada música, la acústica cantarina de la lengua italiana (se proyecta en versión original) y la extraordinaria coda final que cierra el círculo narrativo, no es ninguna exageración proclamar que nos encontramos ante un nuevo clásico de la cinematografía italiana enclavado en el género social, ámbito en el que Italia ha tenido ilustres maestros como Rossellini o De Sica.

Alberto Alcázar

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