• Por AlohaCriticón

Dirección: James C. Strouse.
Intérpretes: John Cusack, Emily Churchill, Rebecca Spence, Jennifer Tyler.


Stanley Phillips (John Cusack) está casado con Grace (Dana Lynne Gilhooley), una suboficial del ejército estadounidense destinada en Irak.

vida-sin-graceDurante la estancia de Grace en tierras iraquíes, Stanley, supervisor en un centro comercial, hace lo que puede por atender a sus hijas. Pero todo cambiará cuando un día recibe la visita nunca deseada de dos oficiales.

“La vida sin Grace” supone el debut de James C. Strouse en la dirección, habiéndose iniciado previamente en la escritura de guiones con “Lonesome Jim” (2005), de Steve Buscemi.

La ópera prima de Strouse se integra en el ya prolífico subgénero de películas que gravitan sobre la desaparición de una persona o personas en circunstancias trágicas y las consecuencias o daños colaterales que esa ausencia desencadena en su entorno.

En esa temática, se podrían encuadrar “Desaparecido” (1981), “En algún lugar de la memoria” (2007) o “En el valle de Elah” (2007).

El título que se comenta demuestra la claridad de ideas de Strouse, al estructurar el relato en dos partes bien diferenciadas de las que cuelgan las distintas secuencias: una primera que llega hasta la comunicación a bocajarro de la fatal noticia al personaje encarnado por Cusack y, una segunda más larga, que desarrolla la dilación del progenitor en informar a la prole de lo acaecido con la madre.

Esta última parte convierte a “La vida sin Grace” en una road movie insuflada de una contagiosa tensión emocional derivada, sobre todo, de la sobresaliente interpretación de Cusack (también productor de la cinta) y el gusto exquisito de Clint Eastwood al crear la partitura que sirve de fondo a la narración.

Pero no sólo el trabajo interpretativo de Cusack merece mencionarse, Shélan O’Keefe y Gracie Bednarczyk, dan vida a las niñas con una naturalidad que es de agradecer en esas edades (una afirmación que se apoya, lógicamente, en la audición de la versión original).

“La vida sin Grace” ofrece, en definitiva, momentos interesantes tales como la difícil misión de un padre al afrontar en soledad la educación de su descendencia (algo de esto ya se reflejaba en “Kramer contra Kramer” (1979)); el sentimiento de culpabilidad arraigado en el protagonista al sentir que era él quien debería haber sido sacrificado; y el desahogo final en el parque de atracciones que recuerda al filmado por Nanni Moretti en “La habitación del hijo” (2001).

Alberto Alcázar

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