• Por AlohaCriticón

cartas de amor de la monja portuguesa book review critica libro cover portada mariana alcoforadoEstas misivas amorosas de Mariana Alcoforado, nacida en la localidad portuguesa de Beja, al marqués de Chamilly, fueron escritas en la segunda mitad del siglo XVII por la religiosa y publicadas originalmente de manera anónima en Francia por Claude Barbin, parece que adaptadas al francés por Gabriel de Lavergne, conde de Guilleragues, quien también, según varios investigadores de la obra, es candidato a ser el verdadero autor de las cartas, siendo en realidad el amorío entre la monja y el militar una historia de ficción inventada por el propio Lavergne.

En las cinco cartas, aparecidas públicamente por primera vez en el año 1669, se aprecia el sentir romántico, apasionado, de Mariana por propagar mediante la escritura epistolar el amor sentido por el militar aristócrata Noel Bouton, conde de Chamilly, que la portuguesa conoció mientras estaba en un Convento de Beja, su localidad natal, al que ingresó por obligación paterna cuando todavía era una niña.




cartas-de-amor-de-una-monja-portuguesaSegún la historia, cuando tenía veinte años llegó a Beja el ejército francés y dentro del convento y en su celda, Mariana vivió un amor breve y pasional con el militar hasta el retorno de éste a tierras galas. Cuando se marchó de Beja, el futuro marqués de Chamilly y conde de St. Leger, abandonó tal vinculación y, el muy pérfido, hizo como si te he visto no me acuerdo.

En sus vehementes textos se manifiesta el desamparo y la tristeza por la imposibilidad de poder consumar el amor y alcanzar el objeto de deseo desde una escenario físico propicio para la remembranza y el dolor de un amor imposible al que Mariana intenta olvidar con gran sufrimiento.

Pocas veces en literatura (y menos del siglo XVII) se ha plasmado con tanta belleza y arrebato el sentir amoroso.

Leamos algunos breves extractos:

¿Qué será de mí? ¿Qué queréis que yo haga? ¡Qué lejos estoy de todo lo que había imaginado!
Esperaba que me escribiérais desde todos los lugares por donde pasaras y que vuestras cartas fuesen muy extensas. Que alimentaráis mi pasión con la esperanza de poder volveros a ver, que la entera confianza en vuestra fidelidad me daría algún tiempo de reposo, y que permanecería en un estado soportable, sin sufrir este dolor extremo…
¡Pobre de mí!. Como lamento no poder compartir con vos mis dolores, y tener que sufrir completamente sola y desgraciada. Este pensamiento me mata, y me muero de pensar que jamás haya sido extremadamente sensible a nuestros placeres…
Lamento, sólo por vuestro amor, todos los placeres infinitos que habéis perdido: ¿es posible que no los quisiérais gozar? ¡Ah! Si los conociérais sin duda veríais que son mucho más intensos que lo que os produce mantenerme engañada y comprenderíais que uno es mucho más feliz, que siente algo mucho más fuerte, cuando ama de manera violenta que cuando es amado…
No sé por qué os escribo, bien veo solamente que tendréis pena de mí y no quiero en absoluto vuestra piedad….