• Por AlohaCriticón

el ladron de bagdad cartel poster the thief of
Dirección: Ludwig Berger, Michael Powell y Tim Whelan.
Intérpretes: Sabu, Conrad Veidt, June Duprez, Rex Ingram.


El rey Ahmad (John Austin), que gobierna en Bagdad, es engañado y encarcelado por su visir, Jaffar (Conrad Veidt). Durante su encierro, Ahmad conocerá a Abu (Sabu), un ladronzuelo que le ayudará a escapar a Basora, en donde el joven rey quedará prendado de la belleza de la hija del sultán. Pero a Ahmad le saldrá un duro competidor, Jaffar, que se ha hecho con las riendas del poder en Bagdad y pretende conquistar a la princesa de Basora (June Duprez).




¡Qué decir de una de las cimas del cine de aventuras de todos los tiempos! (Sin desmerecer al ilustre precedente de 1924, cuya dirección la asume Raoul Walsh; y no echando de menos otros remakes posteriores). Se podrá argumentar por los perfeccionistas y sublimes que los efectos especiales cantan una barbaridad, ¡bendita imperfección!; se podrá decir por los tristes y apagados que el colorido es excesivo y chillón, ¡alabado cromatismo!; en definitiva, los acérrimos seguidores de la “verosimilitud” alegarán que es una historia que no hay por dónde cogerla, pues qué gloriosa hora y media larga de evasión y alejamiento de la cruda realidad.




Ahora ya que el píxel se ha apoltronado en la pantalla, hay que reivindicar más que nunca el duro trabajo de decorados que, por ejemplo, se llevó a cabo en “El ladrón de Bagdad”. Estamos ante un filme en el que brilla todo el equipo técnico y artístico, empezando por el triunvirato de directores: Ludwig Berger, Michael Powell y Tim Whelan; pasando por la familia Korda al completo en labores de producción, contando con Cameron Menzies; y, finalmente, incluyendo a un elenco muy curtido en el cine de aventuras.

el ladron de bagdad the thief of critica reviewConrad Veidt ya había trabajado en una versión muda de “La vuelta al mundo en 80 días” (1919) y la “La tumba india” (1921); June Duprez había intervenido el año anterior en “Las cuatro plumas”; y el espléndido Sabú (posteriormente un convincente Mowgli) había debutado con Zoltan Korda en “Sabú-Toomay, el de los elefantes” (1937).

Caso aparte es la persona del guionista y, en esta ocasión, Sultán de Basora, Milles Malleson, cuyo desempeño tanto en la narración, como en la interpretación, no han tenido el reconocimiento que se merece.




Hay que volver, irremediablemente, a esta joya cinematográfica y deleitarse con caballos que corren en el cielo, alfombras voladoras y genios encerrados en botellas.

Alberto Alcázar

Fichas en AlohaCriticón

Sabu