Dirección: José Luis Garci.
Intérpretes: Quim Gutiérrez, Paula Echevarría, Manuel Galiana, Lucía Jiménez.
La situación política en España a principios del siglo diecinueve es un tanto inestable. A la irregular gestión de Godoy (Manuel Tejada) al frente del poder, se suma el acoso francés y las intrigas palaciegas respecto a las facciones en liza.
De entre el pueblo llano, un joven, Gabriel Araceli (Quim Gutiérrez), conocerá de primera mano los hechos que serán el asombro del mundo y decidirán mucho de la Historia de España.
Por segunda vez (la primera fue “El abuelo” (1998)), el entusiasmo de José Luis Garci por la escritura costumbrista de Benito Pérez Galdós, ha hecho que el fotograma se haya prendido de una pasión narrativa que, desprendida del lastre de algunos de los densos planteamientos anteriores, hace que “Sangre de mayo” se constituya en una muy digna y trabajada epopeya cinematográfica.
Teniendo en cuenta lo prolijo y descriptivo de la literatura del autor canario, riquísima en personajes y situaciones, la labor de síntesis de sus textos, resultará siempre odiosamente comparada y, con toda seguridad, saldrá escaldada por los defensores del carácter intocable de las obras de arte en su concepción originaria.
No obstante, en esta ocasión, y porque poderoso caballero es don dinero, el despliegue de medios, ejecutado con la visión decorativa del incombustible Gil Parrondo, y la algo menos forzada interpretación de la compañía de comediantes asiduos a Garci, da como resultado una didáctica reivindicación del género histórico, prácticamente extinto en la vertiente nacional anterior al siglo veinte.
Divida la trama en dos partes, coincidente con los títulos adaptados de los Episodios Nacionales (“La Corte de Carlos IV” y “El 19 de marzo y el 2 de mayo”), Garci presenta un primer bloque que llega hasta el motín de Aranjuez, en el que el realizador se recrea en ambientar al espectador en el contexto dramático del momento.
El segundo apartado es en el que el respetable, predispuesto ya emocionalmente, se dispone a presenciar las mejores secuencias de “Sangre de mayo”: aquellas imágenes en la que se demuestra que, en aquellos tiempos, no era precisamente horchata lo que corría por las venas de los baqueteados madrileños.
Alberto Alcázar
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