• Por AlohaCriticón

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Dirección: Francis Ford Coppola.
Intérpretes: Gary Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves.


En la Rumania medieval, el príncipe Vlad, tras conocer la muerte de su esposa Elisabeta, vende su alma al diablo convirtiéndose en un vampiro. Cuatrocientos años después, viajará hasta el Londres victoriano para encontrarse con Mina Murray, la reencarnación de su amada.

dracula-gary-oldmanMixturando elementos de las mas importantes versiones cinematográficas anteriores (el expresionismo de Murnau, el goticismo de la Universal, y la violencia y el erotismo de la Hammer), Francis Ford Coppola realiza una sorprendente y polémica adaptación de la novela de Bram Stoker.

Polémica porqué debido a la mención del novelista irlandés en el título, mucha gente esperaba encontrar una versión extremadamente cercana a la novela, y si bien es cierto que en lo que respecta al desarrollo de la trama estaríamos delante de una de las cintas mas fieles, el tratamiento romántico con el que el guionista James V. Hart define la relación entre Drácula y Mina, hace que el resultado final este a las antípodas de la obra literaria (todo lo contrario que la gloriosa adaptación de la Hammer, dirigida por Terence Fisher, en donde había momentos que el argumento se alejaba mucho de la novela, pero la esencia y el espíritu de la obra de Stoker impregnaban hasta el último de los fotogramas).

La historia de amor, además de chirriar en algunos momentos, hace que el argumento caiga en aparentes contradicciones, pues las escenas de un enamoradísimo galán cortejando a Mina se intercalan con las de un sádico vampiro que no tiene la más mínima compasión con Lucy (la mejor amiga de Mina).

La mayor baza de la película seguramente es el aspecto visual, con toda una serie de efectos (aparatosos movimientos de cámara, constantes sobreimpresiones, secuencias realizadas con sombras, etc.) que dan forma a una estética muy marcada, la cual, si bien es cierto que en algunos momentos puede resultar excesiva, nos depara imágenes de gran belleza, además de contribuir a crear un ambiente entre onírico y melancólico. En este sentido también hay que destacar el vestuario de Eiko Ishioka, el maquillaje de Greg Cannom o los decorados de Thomas Sanders.

Pero además de todo eso, la cinta tiene un admirable ritmo narrativo, sin apenas altibajos, poseyendo algunas escenas de una intensidad extraordinaria; como por ejemplo toda la estancia de Harker en el castillo, con la alucinante secuencia en que este es atacado por las novias de Drácula; la violación y vampirización de Lucy, y su posterior encuentro con los hombres de Van Helsing en la cripta; y, sobre todo, el grandioso prólogo, con influencias del “Kagemusha” de Akira Kurosawa, en donde por primera vez en el cine se vinculaba a Drácula con el legendario Vlad Teppes, el personaje histórico en el que Stoker se basó para crear al vampiro transilvano.

Si a todo ello le sumamos la gran banda sonora de Wojciech Kilar y la monumental interpretación de Gary Oldman, como resultado final tenemos una sensacional película que seguro no dejará indiferente a nadie.

Dr. Zarkov


En 1453 Constantinopla, capital del Imperio Bizantino, es conquistada por los turcos que avanzan de forma irremediable hacia Europa.

Sin embargo, en Transilvania se topan con la resistencia del príncipe cristiano Vlad. Los turcos se vengarán enviando una carta a su castillo donde se indica que ha muerto en combate. Al leerla Elizabetha, su esposa, ésta decide suicidarse. A su regreso Vlad se encuentra con su cadáver y lleno de dolor e ira renuncia a Dios, condenándose para siempre a convertirse en un monstruo sediento de sangre.

Que el Drácula de Coppola es la adaptación más fiel de la famosa novela de Bram Stoker es algo tan verdadero como falso. Verdadero porque en muchas partes del film la adaptación es literal, asumiendo incluso la estructura epistolar de la obra de Stoker y falso porque en espíritu es el film que más la traiciona, pues la historia de amor que aquí se nos presenta y que constituye su centro gravitatorio no aparece en la novela.

El resultado es fascinante, una fantasía romántica y terrorífica, de noqueante poder hipnótico y belleza deslumbrante, donde Coppola da muestras de su impresionante y borbotónica capacidad creativa. En cualquier caso la película tiene una deuda clara y evidente con la obra de Jean Cocteau La bella y la bestia.

A destacar el magnífico reparto, donde un Gary Oldman inmenso y casi sobrenatural realiza una de las mejores interpretaciones masculinas del cine de los noventa, la barroca y recargada dirección artística, el vestuario de la japonesa Eiko Ishioka y por su puesto la partitura de Wojciech Kilar, y es que hay pocos temas en la historia del cine tan bellos como el de amor de Drácula y Mina.

El único defecto del film y que impide su absoluta redondez, es su descuidada narración donde el montaje en lugar de encadenar las secuencias de forma lógica, limpia y clásica las aisla, algo que con intención o no las dota de un cierto aire de ensoñación.

Ricardo Pérez

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