• Por AlohaCriticón


Dirección: Billy Wilder.
Intérpretes:William Holden, Gloria Swanson, Erich von Stroheim, Nancy Olson.


Nos encontramos con una de las dos radiografías, junto con “Fedora” (1978), que Billy Wilder realizó sobre el universo cinematográfico en particular, y de la fama por extensión.

Ambas son películas descarnadas, tristes y claramente pesimistas, paradójicamente una ha logrado colarse entre las grandes de la historia del cine, la que vamos a tratar, y la otra ha sido olvidada sistemáticamente por el gran publico y por gran parte de los cinéfilos.

En “El Crepúsculo de los Dioses”, Billy Wilder y Charles Brackett en su ultima colaboración juntos, nos narran la historia de un guionista de poca monta llamado Joe Gillis (William Holden), que huyendo de sus acreedores, conoce a Norma Desmond (Gloria Swanson), antigua diva del cine mudo que vive encerrada en una gran mansión de Sunset Boulevard junto a su sirviente Max von Mayerling (Erich von Stroheim), Joe es contratado para ayudar a Norma Desmond ha escribir el guión de “Salomé”, entre ellos acabará creándose una relación amor/odio o dependencia/desprecio de gran tensión, Joe conocerá a Betty Schaefer (Nancy Olson), joven y alegre, contrapunto y polo opuesto de Norma , con la que empezará a colaborar para la creación de un guión, y de la que acabará enamorándose. Al final la tragedia, avanzada desde el inicio del metraje, se ceba con los protagonistas de la mano de la muerte y la locura.



Billy Wilder, conocido más conocido por su faceta cómica, nos presenta esta película negra y desoladora, donde tiene cabida el humor, pero es un humor que cae a gotas, gotas de ácido sulfúrico, que más que provocar una sonrisa, la congelan.Que para ser un director considerado como claro exponente de la narración clásica por excelencia, en esta película se toma ciertas libertades narrativas poco frecuentes en su cine, la película empieza por el final, en la que vemos a un muerto en la piscina (una de las escenas memorables del film) y del que sabemos que se trata de un guionista llamado Joe, a partir de entonces la película avanza en un largo flash back; pero la osadía no termina ahí, el narrador omnipresente resulta ser… el propio muerto, un muerto vivo, echo que contrasta con los protagonistas de la película, muertos en vida. Aunque si por algo destaca la película es por sus numerosos contrastes, el principal: la relación entre realidad y ficción.

La película permite numerosas lecturas, la más obvia es la crítica que realiza al mundo del cine, tan dado a la creación de estrellas, y poco después olvidarlas. En este caso hace especial hincapié en las estrellas del cine mudo que fueron olvidadas y dejadas de lado (muy pocas supieron o pudieron adaptarse), cuando el cine sonoro irrumpió.

Esta critica cruda y desesperanzada, cuya enorme mansión con aspecto abandonado representa símbolo cruel de la decadencia y el olvido, pudo haberse dado porque Billy Wilder empezó su carrera como guionista durante la época del cine mudo, y aunque pudo adaptarse al cine sonoro, y muy bien, siempre guardó cierto respeto y añoranza hacia la época muda, su carácter europeo (jamás se llegó a integrar a la “filosofía” o modo de pensar americano, siempre esperanzador y algo ingenuo) cargado de ironía, cuando no de directo sarcasmo, hizo el resto.

La figura de la diva egocéntrica y narcisista también esta excelentemente desarrollada, apoyada tanto en el extraordinario guión como por la, aun más extraordinaria, actuación de Gloria Swanson, increíblemente expresiva y gesticulante, como buena actriz muda, dando gran envergadura a su interpretación.

La mitomanía recibe aquí un duro revés, pues se asocia con la locura (el final de Norma) y con el servilismo deshumanizado y esclavista voluntario que representa Erich von Stroheim, antiguo director y marido de Norma Desmond, evolucionado hasta el papel de servil y ultraprotector criado.

El análisis psicológico de los personajes es excelente, la relación de Joe (cuya interpretación contenida y sobria contrasta con la voluntariamente exagerada de Gloria Swanson) con Norma cuya ecuación necesidad/dependencia/ vampirismo/seguridad/ ambición crea la situación perfecta para que el personaje necesite escapar de su situación, así la introducción de Betty no resulta gratuita o artificiosa, pues representa todo lo contrario: Ilusión/ esperanza/ alegría/ riesgo, de ahí el dilema interior que sufre el personaje, pues debe decidir entre una apuesta segura y ambiciosa, y otra arriesgada pero ilusionante.

El film más allá de la genialidad narrativa e interpretativa, guarda escenas de gran fuerza cinematográfica (quizás el “punto débil” de Billy Wilder era que casi siempre daba más importancia, o mimaba más, a la palabra que a la propia imagen), como la ya mencionada escena inicial con el muerto en la piscina, aunque si hay alguna escena inolvidable es la final, con Norma Desmond bajando las escaleras, para ser detenida por la policía, en medio de los numerosos focos periodísticos y las cámaras de la televisión, como si fuera la estrella que nunca dejó de ser en su enloquecida cabeza, ante la emocionada mirada de su protector y admirador criado Max. Y es que en su crítica al mundo del cine, Wilder, realiza la película cuyo lenguaje es más puramente cinematográfico de todas las que ha filmado.



La relación entre realidad y ficción que plantea la película se ve enriquecida con los numerosos guiños u homenajes que podemos comprobar: la visita a Cecil B. DeMille a los auténticos estudios de la Paramount en pleno rodaje REAL de “Sanson y Dalila” (DeMille había dirigido a Gloria Swanson en varias ocasiones en la época del cine mudo); los amigos de Norma, llamados maliciosamente “figuras de cera”, son actores que fueron olvidados y dejados de lado cuando apareció el cine sonoro, entre los que destaca la presencia de Buster Keaton; la película que ven en el salón de la mansión es una película real inacabada, “La reina Nelly” (1928), interpretada por Gloria Swanson y dirigida por el propio Erich von Stroheim (director de la obra maestra “Avaricia”(1923), así como la utilización de reporteros reales en la escena final y muchos otros detalles más que dificultan la delimitación de las fronteras de la realidad con la ficción.

Como colofón una curiosidad, antes del estreno se realizo un pase de la película para la propia gente de Hollywood, cuentan que cuando acabó la película, Barbara Stanwyck se arrodillo ante Gloria Swanson y el besó el vestido; mientras que Louis B. Mayer, jefe de la Metro y autentico todopoderoso en Hollywood, se dirigió a Wilder diciéndole: “¡Es usted un cabrón! Ha desprestigiado a la industria del cine. Ha mordido la mano que le convirtió en alguien y que además le dio de comer. Deberían alquitranarle, emplumarle y arrojarle del país”. Como respuesta solo recibió de Wilder un “que te jodan”.

En definitiva, una obra maestra inolvidable, por numerosas y diversas cuestiones.

Raúl Ruiz




Joe Gillis es un guionista frustrado. En una ocasión y por cuestiones del destino va a parar a una mansión corroída por el tiempo, propiedad de Norma Desmond, una vieja actriz del cine mudo, para la que iniciará la creación de un guión que llevara a ésta nuevamente al estrellato en la gran pantalla.

Magnifica cinta concebida por el usual virtuosismo narrativo de Billy Wilder, acompañado en el majestuoso guión por su habitual colaborador Charles Brackett, quienes esta vez hacen uso de una absorbente narración en primera persona, en donde las frases memorables están a la orden del día.


Un melodrama con tintes de Film-Noir, el cual destaca además por unas magistrales interpretaciones de la pareja protagonista, conformado por un grandioso William Holden y una extraordinaria Gloria Swanson, ademas de estar secundados por Erich Von Stroheim, Buster Keaton, H.B Warner, Cecil De Mille, entre otros grandes pioneros del séptimo arte que aquí se dieron cita, todo en plan de una mas que lograda auto parodia.

Excepcional también el trabajo de John F. Seitz en la fotografía, y la envolvente partitura de Franz Waxman. Wilder conjugó una muy entretenida historia, imprescindible en el arte cinematográfico, repleta de momentos que ya son historia, como su ácido prólogo y su cruel epílogo, todo un cúmulo de excelencias que se ve redondeado por el ya mítico ultimo rollo, en que Swanson “se destapa” ante los ojos atónitos de la audiencia, retrato del innegable desequilibrio mental de una femme fatale pasada en años, un momento tan satisfactorio como escalofriante.

Pierluigi Puccini

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