Dirección: Tony Scott.
Intérpretes: Robert Redford, Brad Pitt, Catherine McCormack, Stephen Dillane.
Con guión de David Arata (“Sueños Rotos”) y Michael Frost Beckner (“La Isla De Las Cabezas Cortadas”).
Sinopsis
El veterano agente de la CIA Nathan Muir (Robert Redford) tendrá como objetivo de su última misión la liberación de su compañero y discípulo Tom Bishop (Brad Pitt), detenido en China acusado de espionaje y sentenciado a muerte.
Crítica
El esteticista Tony Scott, director británico (hermano menor de Ridley) siempre tentado por las oportunidades sensoriales del videoclip y los spots publicitarios (no en vano comenzó su tarea profesional en estos sectores audiovisuales) y escaso en la profundización de sus efectistas realizaciones (de nuevo palpable en este trabajo de medroso miramiento a los procederes de la CIA), cuenta para este thriller de espionaje con dos grandes estrellas conexionadas generacionalmente por su posicionamiento hollywoodiense como sex symbols, atractivo aspecto promocional para este film de acción, fundamentado en la característica relación fraternal y profesional entre mentor y pupilo (enlace descrito temporalmente a base de flashbacks), que cuenta con un guión más o menos sólido escrito por Michael Frost Beckner y David Arata.
Ese guión intenta conferir mayor hondura al vínculo amistoso y menos a la simple acción, beneficiada por unas competentes interpretaciones, en especial del minusvalorado pero siempre correcto actor Robert Redford.
El desequilibrio de Scott para roturar emocionalmente con abundancia en sus excesivas artimañas estéticas, que innegablemente confieren un elevado ritmo a las secuencias de acción pero que imposibilita la penetración en el dibujo de los personajes, impide una mayor valoración a un título nada despreciable.
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