• Por Antonio Méndez

friederic nietzsche el crepusculo de los idolos review critica books librosCrítica

Escasos admirados tenía el filólogo-filósofo-polemista Friedrich Nietzsche: Goethe, Napoleón, Schopenhauer (“el último alemán digno de ser tenido en cuenta”), Dostoievski, Horacio y pocos más.

Su postura iconoclasta se exhibe de manera extrema en este libro, título con reminiscencias wagnerianas encontrado dentro de su interesante, combativa e incluso divertida obra de pensamiento, que no deja títere con cabeza en su belicoso análisis intelectual de la sociedad de su época y décadas, milenios atrás.

Tanto tiene en su provocador punto de mira a los cristianos como a los anarquistas, a George Sand, a la que llama vaca lechera del gran estilo, Séneca, apodado por el alemán el torero de la virtud, Rousseau, Listz, Kant, Dante o Platón, al que tacha de aburrido.

Es enérgico y arrogante en sus reflexiones intelectuales y tal arrogancia significa a la perfección la actitud vital que promulga en sus (excesivamente redundantes con trazos a veces superfluos) diferentes cuestiones filosóficas, en especial sobre lo que atañe a la moralidad.

“Sed duros”, promulga. En su configuración egoísta y nervuda del ser humano no hay cabida para la humildad, la debilidad, la compasión, la solidaridad, lo mediocre e incluso la igualdad, afirmando que “La igualdad, cierta asimilación efectiva que se manifiesta en la teoría de igualdad de derechos, pertenece esencialmente a una civilización descendente” u “Hombre acabado el que se torna altruista”. Aseveraciones poco edificantes de un martilleador nato.

Aunque se busquen interpretaciones/fabulaciones a los extremos ensimismamientos encontrados en este volumen no cabe duda de que algunos de sus postulados sirvieron de base para execrables actitudes totalitarias, hecho muy peligroso si únicamente se ubica su pensamiento literario-filosófico en tal vertiente.

A pesar de esas perniciosas derivaciones en pensamientos políticos de distinto rango su escritura apasionada, vigorosa e ilustrada resulta muy valorable debido a su actitud rebelde, lúcida, independiente, contestataria ante una sociedad dócil, y proclive desde un individualismo al debate colectivo de cualquier máxima, de cualquier dogma, de cualquier valor, sea real o distorsión.