• Por Antonio Méndez

La popular saga vampírica creada por Stephenie Meyer, “Crepúsculo”, nació como literatura de alcance juvenil, pero su habilidad primera para configurar una vínculo de fantasía romántica con influjos de William Shakespeare y Anne Rice, y el protagonismo de unos personajes de cierto atractivo (que no se evaden del estereotipo adolescente con búsqueda de reflejo en el lector objetivo), ampliaron los límites de tal audiencia, pudiendo ser disfrutada de manera moderada por públicos de todas las edades. Su conclusión devuelve su literatura a los orígenes infantiles-juveniles que debieron marcar la conceptuación de su historia.

“Amanecer” es la cuarta entrega de la serie. En ella se resuelven los conflictos previos con felicidad marital y demás consecuencias de pareja y estado, que aquí no se citan para no desvelar los diferentes aspectos de la trama.

Los seguidores de la serie puede que disfruten con la prórroga de las vivencias de la pareja en busca de felicidad y superación de dificultades, pero la novela no deja de tener carencias y resulta bastante inferior a las otras entregas.

El proceso de maduración de la heroína es mínimo, la narración se espesa con expresiones emocionales redundantes, descripciones innecesarias y diálogos que no aportan nada, ni a la caracterización de personajes ni a conceder impulso a la acción.

Por otra parte, algunos caracteres se muestran demasiados veleidosos, con la intención de allanar una resolución tan forzada como cómoda, mera Deus ex machina.

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