Pintoresco, viscoso, grotesco, opulento catálogo de sensaciones, impresiones, situaciones y personajes que se mueven alrededor del mundo de las adicciones, especialmente las drogas y el sexo homosexual.
“El Almuerzo Desnudo” (1959) ofrece a veces manifestaciones, escenarios desabridos, en un tono surreal con tendencia a la sátira y a la distopía social.
En ocasiones el texto resulta un tanto tupido en su excesiva imaginería, muy poética, dantesca, y en la experimentación narrativa en base a la técnica del cut-up (creada por William Burroughs junto a Brion Gysin), que empatana y desliga la narración, autofagocitando las páginas en sus propias bases experimentales, en su esencia temática más primaria y en la agudeza sensorial adictiva pero autoindulgente.
No obstante, la experiencia de su lectura resulta satisfactoria en parte.
El texto, explícito, tiene mucha fuerza y resulta penetrante en ciertos pasajes.
La narrativa experimental y no lineal acentúa la lírica alucinatoria que impregna la lectura, confiriendo a la novela una singular y atractiva perspectiva.
Al margen de su imaginativa y delirante ficción, derivada de las propias experiencias del famoso autor de la Generación Beat, “El Almuerzo Desnudo” también proporciona una valiosa información sobre diferentes drogas (cocaína, cannabis, bencedrina o bannisteria caapi) y sus consecuencias físicas y psicológicas.
Esta novela fue llevada al cine en el año 1991 por David Cronenberg con el protagonismo de Peter Weller, Judy Davis, Ian Holm y Julian Sands.