• Por Antonio Méndez

Crítica

Celebradísimo retorno al mundo del disco de Scott Walker, tipo raro donde los haya que comenzó su carrera con los Walker Brothers en los años 60 poniendo su espléndida voz al servicio de grandiosas y hermosas tonadas épico-trágicas de pop orquestal (desde “The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore” a “First Love Never Dies”, pasando por “Another Tear Falls” o “My Ship Is Coming In”), antes de adentrarse en cuitas existencialistas y quedar fascinado con Jacques Brel, realizar varios discos de culto, con pasajes tan interesantes como aburridos, y convertirse en una figura reclusiva que de vez en cuando sorprende con sus regresos, para bien o para mal.

Con este “The Drift”, aparecido once años después de “Tilt”, su última entrega onanista, está claro que Walker no quiere llegar a las masas.

Se trata de un trabajo de pura vanguardia en su aspecto más fatuo, de una presunción sin límites sobre una aglomeración de sonidos de aspecto tétrico, tonos oscuros que mezclan la ópera más plomiza con las bandas sonoras de Bernard Herrmann, algún que otro rebuzno, Leonard Bernstein, pasos intrigantes, expresiones vocales monótonas, John Carpenter, instrumentos y voces exóticas, percusiones retumbantes, sonidos radiofónicos, disonancias…

Es como una banda sonora de una película de terror de tercera fila. Si se escucha a oscuras y en un ambiente nocturno incluso puede llegar a atemorizar o, por el contrario, convertirse en un chiste jactancioso con Scott cayendo en su propia caricatura como intérprete y compositor.

En todo caso sí que aterroriza, pero por el espanto creado y más por las alabanzas obtenidas. Para escuchar entero este disco, de un tirón, sin pensar: “¿Pero este tío que quiere demostrar con este truño deslabazado?”… hay que ser un auténtico héroe. Un superhéroe.

Esto no tiene nada que ver con el rock. El inicio incluso puede resultar sugestivo, la atmósfera, las variantes sónicas, los tonos angustiosos… Pero tras la escucha de la mitad de sus temas, este trabajo se revela como un disco autocomplaciente e insufrible para gozo de esnobs masoquistas, una tomadura de pelo vendida como extravagancia presuntamente vanguardista y una parodia de lo que fue en los 60 este fenomenal cantante, perdiendo el tiempo con bobadas como esta, que lo único que buscan es adornar su aura de enigmático y sombrío.

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