Después de muchos años sin grabar, el hijo de John Lennon y Yoko Ono expandió su discografía con este “Friendly Fire”, un álbum aparecido ocho años después de su debut, “Into The Sun”.

Es un disco de muy agradable escucha, pop melancólico de grato sentido melódico con medidos arreglos orquestales, algún detalle psicodélico, sencilla poética de base amorosa.

Es un tanto redundante en tempos y sonidos, echándose en falta en ocasiones mayor varianza y dinamismo rítmico a lo largo de estas diez piezas cálidas y elegantes de dominio acústico con tenue percusión, sedosa vocalidad, pianos taciturnos, guitarras repicantes cuando no declamatorias, algún estribillo de cierto encanto. En ocasiones las canciones parece un híbrido de Elliott Smith, John Lennon y Gilbert O’Sullivan, con narraciones en torno al peligroso juego de la farsa amorosa teñida de sombras y claros, en donde o se busca disfrutar el momento, se rememoran tiempos felices previos al fatal desenlace, o se posiciona en el tópico relativismo existencial.

Algunos de los mejores temas del álbum son “Dead Meat”, principiada con un melancólico piano de juguete, ofrece ecos psico-ensoñadores de los Beatles más tranquilos del “Revolver” con arreglos lujosos de cuerdas; “Wait For Me”, una delicia folk-pop con guitarra acústica; o “Parachute”, brillante desarrollo melódico con seductor estribillo y riff de guitarra con cierta reminiscencia al “Dear Prudence”.

Otros cortes del disco son “Headlights”, canción con aplausos y reflejos (muy básicos) de los Monkees y de Arthur Lee y sus Love; “Tomorrow”, tema con influencias jazz; o “Would I Be The One”, la versión que hace de una gema compositiva (no publicada en su día por su autor) del estupendo Marc Bolan (T. Rex) en donde se inicia con sonidos cercanos al “Breakfast in America” de Supertramp antes de abrazar tonos sunshine-pop con delicadas voces en armonía que no disgustarían a Curt Boettcher o a Billy Nicholls. O al propio Bolan.