Crítica
Este LP es uno de los mejores discos de Neil Young (¿o el mejor?), músico con una extensa carrera plagada de obras maestras en los años 70 y finales de los 60.
Ofrece un intenso recorrido emocional por el alma de una persona sensible, dolorida por la muerte de dos de sus mejores amigos, el roadie Bruce Berry y el guitarrista de los Crazy Horse, Danny Whitten, ambos fallecidos a causa de sendas sobredosis.
Triste, pesaroso, melancólico o desesperanzado son algunos de los calificativos aplicables a este excepcional trabajo en el que además de colaborar los restantes Crazy Horse auxilian en el lamento sonoro del canadiense grandes músicos como Nils Lofgren y Ben Keith.
El importe de las drogas y la existencia y angustia vital en once temas de conmovedora, desnuda factura vocal e instrumental, entre ellos “Mellow My Mind”, “Albuquerque” o la homónima “Tonight’s The Night”, piezas que edifican una obra maestra que incluye la canción en directo co-escrita con Whitten “Come on Baby, Let’s Go Downtown”, el tema de enfoque más jubiloso de un disco imprescindible.