Dirección: José Luis Borau.
Intérpretes: Carlos Estrada, Susana Campos, Antonio Casas, Paul Eslheman.
Con guión de Juan Miguel Lamet (“Los Días De Cabirio”, “No Desearás La Mujer Del Vecino”) y Rodrigo Rivero (“Los Dinamiteros”, “El Greco”).
Sinopsis
Un músico llamado Andrés Salas (Carlos Estrada) hijo de un famoso pianista ya fallecido que vive en Madrid junto a su mujer, Laura (Susana Campos), descubre el cadáver de un vecino, un afinador llamado Antonio (Alfonso Rojas).
Poco después, llama a la policía y ve un hombre saliendo del local del muerto.
Andrés no comenta nada a la policía de esa presencia, cuya amenaza comienza a percibir a partir de ese momento.
El comisario Ruiz (Antonio Casas) investiga el asunto.
Crítica
Este fue el segundo largometraje dirigido por José Luis Borau tras su debut con “Brandy” un año antes.
Es una cinta policiaca de mérito estético-narrativo y con interés en su enredo ‘whodunit’ de suspense e intriga criminal que posee influencias del cine negro clásico y de las películas de Alfred Hitchcock.
Las interpretaciones son muy destacadas, en especial Antonio Casas como el comisario Ignacio Ruiz, José María Prada creando un singular secundario en la piel del sastre Sixto, y el protagonista, Carlos Estrada, aportando fondo dramático y psicológico a su paranoia de miedo y persecución, con trazos de traumado en el aspecto familiar.
El film cuida el detalle y los ambientes, las miradas, los gestos… en una historia urbana con un giro sorprendente que, sin embargo, se resuelve de forma previsible (por el retrato de gustos del finado) y con alguna incoherencia en la facilidad de la confesión o en algunas actitudes que, ayudan a intensificar el suspense y provocan encuentros clave para el desarrollo de la trama, pero no resultan demasiado comprensibles.
No obstante, un film apreciable por su notable manejo visual de la intriga.
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