Dirección: Dominic Cooke.
Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Merab Ninidze, Rachel Brosnahan, Jessie Buckley.
Con guión de Tom O’Connor (“El Otro Guardaespaldas”).
Sinopsis
Años 60.
Un empresario británico llamado Greville Wynne (Benedict Cumberbatch), un hombre casado y con un hijo que ha trabajado en la Europa del Este, es requerido por el Mi6 y la CIA para hacer equipo con Oleg Penkovsky (Merab Ninidze) con el objetivo de lograr información del programa nuclear de la Unión Soviética.
Crítica
Película que dramatiza hechos reales para llevarnos a la Guerra Fría con ambientación en los primeros años 60 del pasado siglo.
El film, intriga de espionaje a lo John Le Carré, tiene como clave principal la introducción de un hombre ordinario en una situación extraordinaria, la de un personaje común fuera de su contexto habitual, que es el pequeño negocio y una vida doméstica amable.
Es una historia blanda con pasables interpretaciones, en especial la de Benedict Cumberbatch como protagonista.
Liga a dos personajes, soviético y británico, con un propósito de evitar una guerra próxima en un tratamiento de concordia (desde la persona, no desde el político) pero desde una visión simple, esquemática.
En paralelo confronta la tensión del espionaje de sus protagonistas con sus vivencias familiares, afectadas por sus turbias acciones de “doble vida”.
La película se expone con tanta elegancia como frialdad, faltándole fuerza y complejidad más allá de lo obvio agitado por una banda sonora de violines mezclados con chelos o pianos.
Esa carencia de profundidad en caracteres y trama provoca que su clímax, de presunta épica dramática, falle en transferir emociones de trascendencia, algo clave en el éxito de una narración.
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