Dirección: Jordan Peele.
Intérpretes: Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Steven Yuen, Michael Wincott.
Con guión de Jordan Peele (“Déjame Salir”).
Sinopsis
Seis meses después de la muerte de su padre, Otis Haywood (Keith David), tras un extraño fenómeno de caída en su rancho californiano de objetos desde el cielo, entre ellos una moneda, OJ (Daniel Kaluuya) y su hermana Em (Keke Palmer) continúan el negocio familiar de entrenar a sus caballos para rodajes de películas.
En el rancho, OJ y EM son testigos de nuevos fenómenos que vinculan con extraterrestres y que, con el objetivo de lucrarse por ello, intentan demostrar públicamente con el uso de cámaras.
Crítica
Tercera película de Jordan Peele, un cineasta al que no le falta imaginación.
Una pena que no compacte sus historias y que deje mucho espacio para la fabulación “sesuda” en donde cabe de todo un poco.
En esta película parece mezclar con su habitual pretensión el espectáculo alienígena de Steven Spielberg y el terror cósmico de H.P. Lovecraft para centrarse en una extraña relación entre humanos, animales y extraterrestres como alegoría del entretenimiento.
La necesidad de contar, de plasmar imágenes, de que la verdad permanezca en el tiempo mediante la cámara, y más como testigos de lo paranormal.
Peele, en un interesante nexo entre profesionales, conecta distintas formas de contenido visual y de la participación en el mismo como complemente al logro de objetivos.
Al margen de tal interés, la película resulta demasiado larga y parte de sus elementos o se muestran escasos, o fallidos o dispersos.
Como terror no da miedo, como comedia no tiene gracia y como ciencia-ficción tiene virtudes estéticas en escenarios aislados, abiertos; no carece de momentos de impacto, tensión, atmósfera y extrañeza, pero, al igual que en “Nosotros”, flaquea en una historia caótica y en personajes, cuyas andanzas no importan más allá de conectar bizarrías y simbologías de autoconsumo.
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