Dirección: James Cameron.
Intérpretes: Sam Worthington, Zoe Saldaña, Kate Winslet, Stephen Lang.
Con guión de James Cameron (“Avatar”), Rick Jaffa (“El Origen Del Planeta De Los Simios”) y Amanda Silver (“Mulán”).
Sinopsis
Jake Sully (Sam Worthington), ahora un líder de los Omaticaya, vive en paz junto a su mujer, Neytiri (Zoe Saldaña) y sus hijos, Neteyam (Jamie Flatters), Lo’ak (Britain Dalton) y Tuk (Trinity Jo-Li Bliss).
Junto a ellos también conviven otros niños, Kiri (Sigourney Weaver), hija de Grace Augustine, y un niño humano al que llaman Spider (Jack Champion).
Esa paz de familia es rota cuando un equipo del RDA llega a Pandora para establecer una colonia.
Entre ellos se encuentra el coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), resucitado con su avatar, que lidera un equipo con una misión: matar a Jake Sully, al que consideran traidor.
Crítica
Trece años después del primer “Avatar”, James Cameron estrenó su secuela, un film de fantasía, drama familiar y aventura que retiene las mismas virtudes y defectos que el previo.
Esas virtudes se resumen en su labor técnica, con un festín apabullante de colorido con captura de movimiento y CGI.
Exuberantes paisajes.
Si en la primera película era un bosque/selva, aquí el lucimiento esteticista es para escenarios oceánicos con bellas imágenes subacuáticas.
Que se prepare el desierto…
Más allá de los adornos visuales, la trama, con invasores e invadidos y la nueva generación como eje principal de los conflictos, recicla motivos de la anterior película, esencialmente la protección y el combate contra una amenaza común, acrecentados con un fin de venganza y con cuitas domésticas y de integración en torno a la parentela protagonista.
El tema primordial del film es el valor de la familia: “Los Sully somos uno”… y su unión ante conflictos de distinta naturaleza.
Nada original.
El tratamiento de esos conflictos es muy simple y maniqueo, en ocasiones con pugnas básicas adolescentes.
Los buenos no tienen límites en su bondad: leales, con valores, rebozados en el mito del “buen salvaje”, no falta la pose espiritual, el pseudopanteísmo o la clave de “¿quién es realmente el monstruo?”…
Los villanos todo lo contrario, son malos malismos hasta decir basta, aunque hay que destacar la buena caracterización entre estos últimos de Stephen Lang como Quaritch.
Tampoco falta el enfoque sacro-épico de los productos de Cameron, alternando, en una extensión sin medida, acciones de parque temático y momentos melodramáticos subrayados hasta el infinito con fondo de autoayuda y terapia de grupo.
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