QUO VADIS, BABY (2005)
Dirección: Gabriele Salvatores.
Intérpretes: Angela Baraldi, Gigio Alberti, Claudia Zanella, Andrea Renzi.
Giorgia (Angela Baraldi) trabaja en Bolonia como detective en la agencia
dirigida por su padre, Capitán Contini (Luigi Burruano).
Giorgia vive obsesionada con el pasado, y en concreto, con un hecho
dramático relacionado con su hermana Ada (Claudia Zanella), acontecido
dieciséis años antes en Roma.
“Quo vadis, baby?” es otra de esas películas que puede incluirse en esa
larga lista de obras que, desde el primer minuto hasta el último, rinden
homenaje al séptimo arte, aún cuando su principal protagonista, Ángela
Baraldi, una pugilística “million dollar baby”, sea todo lo contrario a un
ser cinéfilo.
Gabriele Salvatores, sacado del anonimato internacional gracias a la quinta
película de su carrera, “Mediterráneo” (1991), adapta, junto con Fabio
Scamoni, una novela de Grazia Verasani que se adentra en los recovecos
oscuros de una época de miedos, violencia y represión familiar.
“Quo vadis, baby?”, desgarradora en la trama al presentar un personaje
extirpado del tiempo real y con final trágico que el espectador conoce (de
forma similar a la amenabariana “Tesis” (1996)), no deja de presentar un
argumento que, según transcurre, denota su previsibilidad.
Una ventana indiscreta, una frase (la que sirve de título) que se toma
prestada del guión de “El último tango en París” (1973), y la inclusión de
variadas imágenes de “M, el vampiro de Düsseldorf” (1931), son algunas de
las referencias que hacen de este filme otro ejemplo de cine dentro del
cine.
Pero no sólo los fotogramas de míticas películas fluyen por una narración
ambientada con sonidos de Ultravox, Talking Heads o Ramones, sino que el
drama queda encerrado también entre secuencias domésticas de súper ocho que
descifran una inocente infancia feliz que no volverá, pero que el personaje
de Giorgia intentará traer a su memoria para desentrañar un dolor que le
atormenta y no la deja mirar hacia delante; todo ello con algo de sexo, no
pocas mentiras y, sobre todo, muchas, muchas cintas de vídeo.
Alberto Alcázar