BORRACHERA DE PODER (2006)
Dirección: Claude Chabrol.
Intérpretes: Isabelle Huppert, François Berléand, Patrick Bruel, Marilyne Canto.
Una jueza de instrucción llamada Jeanne Charmant Killman (Isabelle Huppert) se ve inmersa en un escándalo de malversación de fondos que implica a un poderoso grupo industrial.
Ella es la encargada de investigar las actividades delictivas, investigación que somete también su propia vida privada, la cual se vuelve frágil en una intensa confrontación entre poderes.
Un estilo sincero, directo, sencillo, sin barroquismo de ningún tipo, que
enmarca una tópica historia acerca de la corrupción y los abusos del poder
político, lejos de los histrionismos sentimentales y las heroicidades
justicieras.
La película se desarrolla con plena franqueza, como el ventilador de una
oficina, con tanta frialdad y alejamiento emocional como muestra la
protagonista. Algo inusualmente objetivo en un panorama cinematográfico
marcado por la radicalización y la mala saña, y, aún así, la película no cae
en la sobriedad excesiva, haciendo a la historia relajadamente simpática y
traviesa.
Vestigios de la Nouvelle Vague persisten -estando el autor ligado a tal
movimiento – trasladados al siglo veintiuno: el ambiente europeo, los
omnipresentes cigarrillos, las pausadas conversaciones o la repetitiva y
sorpresiva música. Todo ello deriva en un filme que no trae nada nuevo o
sorprendente en ningún sentido, salvo el nombre del autor y un regusto al
movimiento francés de vanguardia.
Basta ver el plano inicial, con un cartel que avisa de la ficción que vamos
a contemplar, para darnos cuenta de que “Borrachera de Poder” no es una
película al uso. Chabrol ha sabido crear un producto curioso, entretenido y
también intrascendente con una moralina acerca del poder que, al menos, hará
cuestionarse unas cuantas cosas al espectador.
Travieso
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