• Por AlohaCriticón

camaronDirección: Jaime Chávarri.
Intérpretes: Oscar Jaenada, Verónica Sánchez, Jacobo Dicenta, Mercé Llorens.


La faceta humana y el arte desplegado por José Monge Cruz, más conocido por Camarón de la Isla, se dan cita para ofrecer un bosquejo de la personalidad de este gitano, figura admirada y controvertida donde las haya.

“Mi madre me dio todo lo que soy, me parió cantando en vez de llorar”. Para entender el fenómeno Camarón, las palabras precedentes que pronuncia ante la prensa son la clave que ayudan a descifrar ese misterio.

Las andanzas del emperador del quejío son ahora llevadas al cine por Jaime Chávarri, ayudado en el guión por Álvaro del Amo. Desde la humilde cuna de la familia Monge hasta el resurgir de la estrella, Chávarri nos muestra la afición que desde chaval el cantaor sentía por la Fiesta Nacional; las primeras perras que ganaba cantando en fiestas privadas; la entente que formó con otro genio de la música, Paco de Lucía; sus escarceos con las sustancias psicotrópicas; y, finalmente, su doloroso declive físico.




Además de la afición que le inculcaron sus padres, Camarón se pudo empapar, desde muy niño, de la cercanía de grandes del flamenco como Manolo Caracol o Pastora Pavón, “La Niña de los Peines”. No faltan referencias a salas de fiesta tan emblemáticas como “La Venta de Vargas”, en su tierra y “Torres Bermejas”, ya en Madrid, donde maduraría su oficio sobre las tablas.

Ni tampoco se excluye la grabación de un álbum de culto para cualquier aficionado al flamenco, “La leyenda del tiempo” (1979), en el que, por primera vez, introduce nuevos instrumentos como la batería, algo que sentó mal a los que él denominaba “flamencólicos”, es decir, los más tradicionales. No obstante la minuciosa y, sin embargo, no dilatada relación de acontecimientos de la vida del artista, se han dejado fuera otros hechos que habrían contribuido a aportar luces y sombras adicionales en la frágil existencia del biografiado: el accidente de tráfico que sufrió y sus trágicas consecuencias, su breve paso por prisión, la polémica sobre los derechos de autor, o el interés que suscitó su persona en el famoso productor musical, Quincy Jones.

Algo que merecería recordarse en este comentario son los pinitos que el gaditano realizaría en el mundo del celuloide. Ahí quedan sus trabajos en “El amor brujo” (1967) de Rovira Beleta, “Casa Flora” (1972) de Ramón Fernández y “Bodas de sangre” (1980) y “Sevillanas” (1992) de Carlos Saura.


En todo biopic, el trabajo de quien da vida al protagonista es esencial. En este sentido, tanto Óscar Jaenada, como Verónica Sánchez, ésta en su papel de Dolores Montoya, “La Chispa”, están a la altura de las circunstancias.

El desahogo de dolor de José Candado en el aeropuerto de Barcelona, después de llegar de la clínica Mayo en Rochester y la interpretación de la “Nana del caballo grande”, supone un broche emocional a la historia de alguien a quien se llegó a considerar un santo en vida.

Alberto Alcázar

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