• Por Antonio Méndez

carta-desconocida-cartel-espanolDirección: Max Ophuls.
Intérpretes: Joan Fontaine, Louis Jordan, Mady Christians, Marcel Journet.

Película basada en una novela de Stefan Zweig (“Carta De Una Desconocida”, Editorial Acantilado).
Con guión de Howard Koch (“Casablanca”, “El Sargento York”).

Sinopsis

En la Viena de principios del siglo XX vive Lisa Berndle (Joan Fontaine) una jovencita que se enamorará perdidamente de un nuevo vecino llamado Stefan Brand (Louis Jordan), prestigioso concertista de piano.
Durante toda su vida, Lisa nunca podrá olvidar esta pasión amorosa y obsesionada con el pianista conseguirá finalmente pasar unos felices días con él.
Poco después, Brand desaparecerá de su vida sin saber que Lisa ha quedado embarazada.

Crítica




Una de las cumbres del drama romántico, obra de uno de los directores de tacto visual más exquisito que haya conocido el séptimo arte, el alemán Max Ophüls (acreditado aquí como Opuls), delicado en su trabajo de cámara, barroco en su lograda, ampulosa ambientación; penetrante en la materia abordada, generalmente de corte amoroso con destino fatalista.

carta-desconocida-critica-fotoEn “Carta a Una Desconocida”, basándose en un texto de Stefan Zweig, Ophuls nos cuenta una hermosa historia de amor no correspondido narrada en flashback y beneficiada por la gran actuación de una maravillosa Joan Fontaine en el papel principal.

La brillante puesta en escena de Ophuls con elegantes decorados sobrecargados de objetos y detalles, miradas a traves de cristales, de candelabros, de escaleras… suaves, fluidos movimientos de cámara nunca empleados de forma gratuita, una lírica descripción de emociones, o un memorable retrato del personaje femenino como eje melancólico de la trama en torno a su angustia, su progreso sentimental, hacen de este título una película indispensable para el cinéfilo gustoso del cine con mayúsculas.

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Max Ophuls
Joan Fontaine



carta-desconocida-peliculaA finales de la década de los años cuarenta, Hollywood sufrió una campaña de persecución política iniciada por el senador Joseph McCarthy, conocida con el nombre de “Caza de brujas”.

Se perseguía cualquier contacto del mundo del cine con el comunismo soviético, lo que llevó a la implantación de una censura sobre las películas, la cual pretendía eliminar cualquier alusión temática a la propaganda comunista.

Para acrecentar más el clima antidemocrático y de histeria, se elaboró una lista negra en la que se recogieron los profesionales del cine acusados de comulgar con la causa comunista.

El clima de tensión política de la Guerra Fría, cimentado en una astuta propaganda política por parte de ambos bandos, tenía al cine por ser el medio que más influenciaba a las masas: su depuración política era necesaria.

En esta época la Universal Pictures sufrió una crisis, tras la prolongada etapa de éxitos que consiguió con las películas de terror en los años treinta.

Redujo su producción a una quincena de películas anuales, con Alfred Hitchcock como director estrella.

La producción de una película de Max Ophüls, un centroeuropeo que, al igual que Billy Wilder, Fritz Lang o Ernst Lubisth, había emigrado a Estados Unidos debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, supuso una apuesta por el melodrama romántico, en una clara respuesta a los éxitos conseguidos por William Wyler o Elia Kazan.

Sin embargo, la personalidad artística de Max Ophüls imprimió un carácter de originalidad a una obra que buscaba una mayor rentabilidad económica.




Max Ophüls era un director de corte “clasicista”, en el más puro sentido del término, preocupado al extremo por la belleza formal y técnica del encuadre, y con una temática bien definida, centrada fundamentalmente en las pasiones amorosas, deudora de su influencia cultural centroeuropea.

Los dramas románticos de Ophüls se caracterizan por un estilo muy cuidado y una belleza plástica ciertamente impresionante, a menudo acompañada con un endeble armazón argumentar, algo que la puesta en escena suele subsanar.

Es la fuerza de su estilo la que consigue transformar el simple drama pasional en una gozosa experiencia cinematográfica.

Sin embargo, aunque esta percepción de su cine puede valer para dramas pasionales como “Lola Montes” (Lola Montès, 1955) o “La Ronda” (La ronde, 1950), donde el argumento a menudo suele reducirse a una historia de amor entre dos personajes con imposibilidad de culminar su pasión, esto no es válido para la película que nos ocupa.

En “Carta a una desconocida” existe una premisa de guión que convierte al film en un ejercicio de lenguaje cinematográfico especial.

Se trata de la extraña paradoja del inicio de la película: la carta a la que alude el título fue escrita por alguien que en ese momento esta muerto. Desde el inicio de la narración la película adquiere ese tono fatalista.

La voz en off, un recurso estilístico que a menudo es tachado de simple retórica, adquiere un gran valor cinematográfico en esta película de Max Ophüls, pues es la guía que nos conduce por sus imágenes.

De esta manera, se tiene la sensación, sobre todo en el primer tercio del film, de asistir a la visión de una película muda que es explicada desde el recurso de la voz en off.


La novelización en imágenes de la historia de amor entre Lisa Bernal (una magnífica Joan Fontaine) y Stefan Brand, el pianista interpretado con una extraordinaria naturalidad por Louis Jordan deviene en una dirección de actores magistral, si bien esto se debe a la perfecta caracterización que tienen sobre el guión, el cual resulta de una factura impecable en la forma de presentar y definir cada rasgo psicológico del elenco protagonista, de tal manera que juega con la difícil tarea de hacer creíble una historia extremadamente romántica al dotar a cada personaje de una naturalidad pasmosa.

Ejemplo de ello es el retrato de la decadencia del pianista o la magnífica escena del encuentro en el tren del parque de atracciones, rebosante de sinceridad y emotividad.

Por último, en cuanto al guión se refiere, es de resaltar el uso adecuado del tiempo, tanto el psicológico, que parece detenerse en ese maravilloso baile solitario ante una orquesta ya cansada, o precipitarse en la magnífica elipsis explicativa del matrimonio de Lisa con Mr. Bernll.

Y esto se debe a la preocupación por mostrar sólo lo concerniente a la pasión amorosa entre los amantes, a la vez determinada por la narración de la carta que ha escrito Lisa, con lo cual se entiende que ella misma prescinda de relatar aquello que resulta trivial.




A este respecto, y muy definido por el carácter decadente de cierta aristocracia decimonónica, es de una factura impecable la puesta en escena del director, cuidando el detalle en cada plano, con un uso magnífico del plano general y la exaltación del amor a través de primeros planos de los amantes, los cuales muestran sus pensamientos.

La utilización de interiores, en espacial los escenarios elegidos para los encuentros amorosos, alcanza grados de insuperable belleza cinematográfica en la escena, ya referida con anterioridad, del tren del parque de atracciones, donde la utilización del juego infantil dota a la planificación de un aire romántico de entrañable ternura.

De vital importancia visual resulta el uso de la escalera, como recurso que marca dos mundos, el del amor y la realidad de la vida prosaica de la niña enamorada.

El enfoque en contrapicado de la esclarea la dota de una fuerza visual atrayente, haciéndonos partícipes de su importancia estructural dentro de la película.

Todo ello resulta tremendamente original por la voluntad de ruptura social del director. La historia, junto con esa planificación tan apasionada, convierte la película en una muestra de la libertad del amor frente a la rigidez de las convenciones sociales. La utilización del misterio por parte del director es ya una muestra de su originalidad.


Lisa, escondida tras el anonimato, consigue conquistar el corazón de su pianista sin contar apenas nada de ella. Ese misterioso halo que encubre su personalidad resulta fascinante para Stefan.

De esta manera se contrapone el amor pasional frente al acordado de antemano por los padres, al impuesto: es más fuerte la persuasión de lo desconocido.

“Carta De Una Desconocida” se transforma en una película de una extremada factura estilística, la cual esconde un drama que rompe con las convenciones y muestra, de forma humana, el amor entre dos personas condenadas a no consumarlo.

Victor Rivas Morente

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