• Por AlohaCriticón

CARTA DE UNA MUJER DESCONOCIDA (2004)

Director: Jinglei Xu.

Intérpretes: Jinglei Xu, Wen Jiang, Lin Yuan, Sun Feihu.

Pekín, 1948. Una noche de invierno un hombre se dirige a su casa donde le

espera una carta de una mujer que le confiesa su amor hacia él. En la

misiva la mujer le va describiendo su vida, desde su enamoramiento hasta

el más inmediato presente, marcado por un hecho luctuoso.

En la mayoría de las ocasiones, el resultado que han obtenido segundas o

incluso terceras versiones de películas cuyo precedente fue una obra

maestra, ha sido, por lo general paupérrimo. Y es que la sombra del ilustre

antecedente es tal que, por mucha novedad, ingenio o contextualización

que se le añada, la última versión sufrirá el juicio inapelable e irremediable

de la comparación, acabando con toda seguridad mal parada.

Ejemplos hay para dar y tomar. A “Breve Encuentro” (1946) de David Lean,

intentaron emularla Sofía Loren y Richard Burton en 1974, bajo la dirección

de Alan Bridges. “Tú y yo” (1957) de Leo McCarey (Cary Grant y Deborah

Kerr), resistió sin ningún problema el embate de “Un asunto de amor”

(1994) de Glenn Gordon Caron, con Warren Beatty y Annette Bening. No

quisiera seguir metiendo el dedo en la llaga, pero “Crimen perfecto”

y “Phsyco” (ambas de 1998), de Andrew Davis y Gus Van Sant,

respectivamente, habrán hecho estremecer de espanto a Hitchcock en su

tumba. Bien es cierto que, como en todo, existen excepciones como puede

ser la secuela de Douglas Sirk de “Imitación de la vida” (1934) de John M.

Stahl, o la ya citada “Tú y yo” respecto al anterior trabajo del propio

McCarey, con Charles Boyer e Irene Dunne.

Xu Jinglei, precoz cineasta, lleva de nuevo a la pantalla el conocido relato

de Stefan Zweig (autor recuperado en los últimos tiempos) en esta su

segunda película como directora, productora, guionista y protagonista. Ya

en 1948, Max Ophüls firmó esta adaptación, en su segunda producción

estadounidense, que aunque no fue alabada por el público, sí se ha

convertido con el paso del tiempo en una incontestable obra maestra. En

este sentido el director de origen alemán, coetáneo del literato austríaco,

supo sacar todo el jugo a la narración, llevándolo a una Viena en

decorados, pero dotando al filme de un extraordinario romanticismo,

sentimiento que Jinglei intenta plasmar en su trabajo, pero que no lo

consigue por perderse en vericuetos formales.

El texto de Jinglei nos traslada al Pekín de la primera mitad del siglo veinte,

en donde una inocente y tímida jovencita se enamorará de un culto y

mujeriego escritor, papel interpretado por Jiang Wen (también afamado

director de cine por su tierra). El primer tercio de la película en el que

la “mujer desconocida” inicia su relato, puede considerarse como lo mejor

de la misma, ya que poco a poco irá decayendo: de vuelta de Shangdon

para ir a la Universidad y ya en su tramo final en donde se refleja la

relación con su hijo. Quizá una menor pretenciosidad y engolamiento en la

puesta en escena, habrían mejorado el resultado final, eso sí, sin llegar a

rozar la brillantez de la versión en blanco y negro de Ophüls.

Alberto Alcázar

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