• Por Antonio Méndez

cuentos-tokio-poster-criticaDirección: Yasujiro Ozu.
Intérpretes: Chishu Ryu, Setsuko Hara, Chieko Higashiyama, Haruko Sugimura.

Con guión de Yasujiro Ozu (“Primavera Tardía”) y Kogo Noda (“La Hierba Errante”).

Sinopsis

Shukichi Hirayama (Chishu Ryu) y Tomi Hirayama (Chieko Higahsiyama) es un matrimonio que reside en la pequeña localidad de Onomichi con su hija soltera, Kyoko (Kyoko Kagawa).
Deciden viajar a la ciudad de Tokio para encontrarse con sus hijos, con los que llevan tiempo distanciados. Uno de ellos es Koichi (So Yamamura), médico en un barrio humilde. Otra es Shige (Haruko Sugimura), peluquera. También reside en la capital japonesa Noriko (Setsukoa Hara), viuda de otro hijo que falleció en la Segunda Guerra Mundial y que trabaja como administrativa en una empresa de neumáticos.

Crítica



Esta es una de las películas de mayor importancia de Yasujiro Ozu, escritor de la historia junto a su habitual colaborador, Kogo Nada, quien parece que se inspiró en la película de Leo McCarey “Dejad Paso Al Mañana”.

El film aborda temas usuales en Ozu, como las relaciones y conflictos de familias de clase media, la soledad, el choque entre generaciones, el paso del tiempo… aquí en un escenario de posguerra con una reunión familiar que manifiesta actitudes de egoísmo, de distanciamiento natural, de resignación, de aceptación… con una mirada madura, que mediante aparente sencillez crea una compleja amalgama de emociones, siempre manejadas con tono pausado, reflexivo, sin sermones ni estridencias.


Ozu nos sitúa en interiores como si estuviéramos en los aposentos de los personajes, ubicando la cámara a ras de suelo.
Somos testigos, somos vecinos, compañeros de taberna.

En , personajes de espaldas en paseo, una pareja sentada mirando al mar en silencio, un plano estático de edificios, de fábricas.

Diálogos frugales.
Perspectivas estáticas.
Elipsis que se ubican en lo significativo.

La película, de padres e hijos, dice mucho sin que apenas pase nada más allá de lo cotidiano, del transcurso lento y natural de la existencia.
Gestos, respuestas lacónicas…

El tiempo transcurre sin apresuramientos en un relato elevado por la sensibilidad de un autor que entiende las esencias de la vida y sabe traspasarlas sin sermones ni paroxismos melodramáticos.
Todo pasa. Todo llega.

Puntuación

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