• Por AlohaCriticón

dejad de quererme cartel critica deux jours a tuer
Dirección: Jean Becker.
Intérpretes: Albert Dupontel, Marie-Josée Croze, Pierre Vaneck, Alessandra Martines.


Antoine (Albert Dupontel) es socio de un empresa de publicidad y su vida, tanto profesional como familiar, transcurre por los cauces que dictan las normas sociales establecidas. Sin embargo, a partir de una determinada fecha, el comportamiento desagradable y extraño de Antoine con sus compañeros, amistades y familia, desencadenará perplejidad y confusión en su entorno, desconociéndose cuál es la causa de semejante transformación.

Si en “Conversaciones con mi jardinero” (2007), la película de Jean Becker que precede a la que aquí se comenta, la carga emocional que suponía el descubrimiento de recónditos territorios espirituales, recaía en dos personajes; en esta ocasión, el guión elaborado a partir de una novela de François D’Epenoux (coautor también del texto cinematográfico, junto a Becker y Eric Assous) se centra en un único protagonista, cuyo hipotético egoísmo oculta un generoso acto de amor.

Magnética y enigmática cinta de Becker que epata al respetable con un diseño milimétrico de una fiesta de cumpleaños, cuyo desbordamiento se asemeja al pergeñado por Vinterberg en la dogmática “Celebración” (1998); y con mucha presencia canina en sus fotogramas, con un setter irlandés de idéntico nombre al que otorgara Juan Villegas a su mascota en “Bombón, el perro” (2004) de Carlos Sorín.

La conducta de Antoine podría recordar en un primer momento al sujeto que encarnara Marc Labrèche en “La edad de la ignorancia” (2007) de Denys Arcand, que casualmente sirve de nexo con “Dejad de quererme” al haber trabajado en “Las invasiones bárbaras” (2003) con Marie-Josée Croze, la actriz que da vida, breve pero intensamente, a la esposa de Antoine.

Por su parte, Albert Dupontel, la elección de Becker para el principal papel resulta satisfactoria, ya que la labor desarrollada por el actor que interviniera en “Odette, una comedia sobre la felicidad” (2006), alcanza el justo equilibrio requerido en un personaje de fácil tendencia al histrionismo.

Becker, consciente de la suficiente “información dramática” ofrecida al espectador a lo largo del filme, abrevia el epílogo con un evidente sentido de la narración, no recargando las tintas en un desenlace intuitivo que, en su sobriedad, refuerza la brillantez de la totalidad de su propuesta.

Alberto Alcázar

Antoine (Albert Dupontel) decide acabar con las relaciones que mantiene con todos los que le conocen sin motivo aparente.

Jean Becker logra con esta película que el espectador sienta la amargura y angustia que consume al protagonista. Cuando observas la cinta, sientes como si alguien te estuviese clavando un objeto punzante y te preguntas, ¿cual es el origen?, ¿que le ocurre al protagonista para comportarse de un modo tan autodestructivo, déspota, desproporcionado y en cierto modo, esquizofrénico?

El filme transcurre con altos y bajos marcados por el estado anímico del personaje que interpreta de forma tan sobria Albert Dupontel. Lo cierto es que al acabar de ver la película, reflexionas si has comprado la entrada para ver una película o si has pagado por un viaje en montaña rusa, y digo esto como el mayor de los halagos.

Es un viaje en el que el espectador, exteriormente, circula a ritmo lento, pero en el interior se experimentan una serie de sensaciones contrapuestas en un tiempo récord. La película no puede concluir de otra manera, acaba con el mayor de los descensos que puede haber en una montaña rusa, y luego el paseíllo final que te lleva hasta la entrada por la que llegaste. Te bajas del vagón mareado y un tanto confuso, y cuando eres consciente de todo lo que experimentaste en el viaje, te asustas.

En definitiva, como un viaje en una montaña rusa, hay espectadores que lo detestarán y otros que les apasionará. Lo más interesante es el riesgo que supone no elaborar otra película encorsetada en la que todo el mundo presupone o conoce el final. Una película que, sin duda, invita a posicionarte y reflexionar y sin duda, una película que se gana a pulso el honor de ser vista.

Calabaza