• Por AlohaCriticón

el asesinato de richard nixon posterDirección: Niels Mueller.
Intérpretes: Sean Penn, Naomi Watts, Don Cheadle, Jack Thompson.


La vida de Samuel Bicke (Sean Penn) no es, precisamente, muy dichosa. A su separación matrimonial se le ha unido la compleja y desasosegante situación laboral. Las injusticias y el trato inhumano de quienes le rodean, serán la chispa que haga explotar toda la violencia almacenada en su interior hacia una persona a la que cree responsable de todos sus males: Richard Nixon.

Ante todo una aclaración. Esa estrella adicional que aparece brillando encima de este comentario, tiene nombre propio: Sean Penn. Efectivamente, el actor nacido en Burbank (California) y cuya anterior interpretación se encuadraba en otra crónica negra americana, “Mystic River” (2003), borda una antológica actuación que hace que la película se crezca por la extraordinaria vis dramática de su protagonista.




“El Asesinato De Richard Nixon” supone la ópera prima de Niels Muller, quien también es responsable de un muy elaborado guión, escrito al alimón con Kevin Kennedy. Un argumento basado en hechos reales que nos traslada a los inicios de la década de los setenta del ya pasado siglo veinte, fijándose en la grisácea existencia de un “salesman” de mobiliario de oficina que, “tan sólo quiere un pedacito del sueño americano”, y que “de los millones y millones de granos de arena que forman parte de esa playa llamada Estados Unidos, quiere demostrar que uno de ellos puede acabar con uno de los poderosos.”

Las frases entrecomilladas se extraen de los acertados monólogos que nuestro desesperado hombre graba para la posteridad, sirviéndose para ello de un singular destinatario, su admirado Leonard Bernstein.




Salvando las distancias, uno no puede dejar de pensar en dos magníficas cintas que ahora le vienen a la cabeza por las situaciones que acaecen en la trama: la alienante lucha por la venta de “Glengarry Glen Ross” (1992), y “Un Día De Furia” (1993), en la que un desquiciado Michael Douglas no era capaz de dominarse y descargaba su ya incontenible ira, contra todo lo que se le ponía por delante.

Reflejado ahora en la pantalla el plan ideado por Bicke, parece mentira que con el paso de los años, ese mismo procedimiento de magnicidio fructificara en otros emblemáticos edificios en lo que ha sido una de las mayores tragedias ocurridas en suelo estadounidense.

Alberto Alcázar

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