Dirección: Steve Oedekerk.
Intérpretes: Película de animación.
Con guión de Steve Oedekerk (“Como Dios”).
Sinopsis
En una granja, y cuando el granjero no está presente, todos los animales actúan como humanos: andan con dos patas, mirarn la televisión, hablan…
El encargado de poner orden ante la ausencia del granjero es una añosa vaca llamada Ben, quien desea que su hijo Otis, un joven irresponsable enamorado de Daisy, madure y herede su liderazgo entre los diferentes componentes de la granja, todos ellos amenazados por los coyotes.
Crítica
Muy pobre película de animación que, con reminiscencia de las obras de George Orwell, parte del protagonismo surrealista de dos ¿¿vacas macho?? “metidos” en responsabilidades varias en un grupo dado a la fiesta perpetua y en lucha letal contra unos coyotes ávidos de carne, preferentemente gallináceas.
El guión, con la idea poco original del subversión del rol y actitudes de los animales en una granja, recae en tópicos en la relación paterno-filiales con diálogos sobre el cumplimiento del deber, el equilibrio en el comportamiento, la adjudicación de papeles y jerarquías… es decir, la maduración del adolescente preocupado solamente en enseñar el pompis y las ubres al personal y gastar bromas a los niños traviesos con sus congéneres (dedicados al absurdo arte de tumbar vacas) y maleducados con sus progenitores.
A raíz de tal relación y sus consecuencias aparece el esperado sentido de culpa, la evocación paterna sentimental y lasansias de venganza con el crecimiento personal en un contexto de baile y canto que termina convirtiéndose en lucha y superación.
La animación no ofrece nada original, la música presenta remedos del “I Won’t Back Down” de Tom Petty (con interpretación de la vaca mayor con guitarra cuadrada a lo Bo Diddley), y el guión no sale de los límites más de un parvulario, con las vacas y demás animales pasándole pipa cuando el granjero no se encuentra en el lugar.
Surfean en el prado, conducen un coche a toda leche, juegan al golf o participan en fiestas jaraneras, hecho que da lugar al exigible humor físico para los más pequeños y algún que otro chiste semiafortunado en consonancia con los procederes singulares de cada residente en el corral.
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