EL FINAL DEL ESPÍRITU (2005)
Dirección: Jim Hanon.
Intérpretes: Louie Leonardo, Chad Allen, Jack Guzman, Chase Ellison.
Unos misioneros cristianos residen con sus familias en el Ecuador. Tienen la intención de contactar con los Waodani, una tribu amazónica a punto de extinguirse que es conocida legendariamente por su violencia.
Varios misioneros, tras un equívoco, fallecen a manos de los miembros más agresivos de los Waodani. A pesar de ello, otros componentes de la misión deciden permanecer con la tribu, entre ellos el hijo de uno de los fallecidos, Steve (Chase Ellison/Chad Allen).
Drama antropológico-selvático basado en una historia real que el propio director, Jim Hanon, ya había llevado al cine unos años antes en el documental “Beyond the Gates of Splendor”.
En este título Hanon ponía de manifiesto las intenciones de aplacar los ánimos violentos de una tribu del Amazonas por parte de un grupo de misioneros cristianos. A pesar de sus buenas intenciones murieron a manos de los miembros de la tribu.
Esto no fue óbice para que las familias de los misioneros prosiguieran con éxito su objetivo de menguar el instinto violento que ponía en peligro la propia existencia de la tribu con acciones de venganza y de muerte.
Le debió parecer poco al hacedor de esta película la exhibición documental de este hecho, ya que ahora dramatiza en ficción la historia desde el punto de vista de Steve Saint con una narración en flashback y con comentarios en off. Todo tan reflexivo como sentimental, incidiéndose con tono nostálgico en la relación paterno-filial y en la perspectiva cristiana en su aspecto civilizador.
Lo más sobresaliente, además de los paisajes, es el primer encuentro entre los misioneros y los miembros de la tribu, primero con una recepción somera con tonos simpáticos y después con el ataque sorprendente en contraste con la previa acogida.
Esta secuencia tiene fuerza e intensidad, incluso humor en la falta de comunicación y los respectivos comentarios repartidos entre ambos “bandos”, además la letal violencia está exhibida de forma realista sin tener que primar el regocijo sanguinolento.
Más allá de ello esta historia de etnografía básica, sacrificio, y encuentro cultural con lugar para la enseñanza del valor del perdón y la concordia entre pueblos, recae básicamente en un pseudoaburrido tratado cristiano bastante previsible y elemental, con algunos buenos mensajes, personajes de poca dimensión y escasa complejidad en todos los aspectos.
En especial el respeto mutuo por tradiciones, costumbres y creencias, las cuales, porque el que las practique vista de taparrabos y viva en la selva, no tienen que significar que sean de menor enjundia espiritual, de mayor satisfacción lúdica, y de menor valía moral que otros fundamentos vitales.
Y al contrario, este respeto tan cacareado en ocasiones tampoco vendría mal para quienes desvaloran sus propias tradiciones y basamentos intelectuales de forma mentecata, adulando de manera artificiosa valores y actitudes por su mera procedencia exótica-esnob, o por su afán de pertenencia a un contexto de moda “hipercool” propulsado por el marketing.