• Por Antonio Méndez

el orfanato cartel posterDirección: J. A. Bayona.
Intérpretes: Belén Rueda, Fernando Cayo, Geraldine Chaplin, Mabel Rivera.

Con guión de Sergio G. Sánchez. Con producción de Guillermo Del Toro.

Sinopsis

Laura (Belén Rueda) recordará vivencias en el orfanato en el que creció cuando junto a su marido, Carlos (Fernando Cayo), cree una residencia para niños discapacitados.
En el lugar, el hijo de ambos comenzará a participar en juegos de fantasía que llevan a Laura a pensar que existen extrañas presencias en la casa.

Crítica




Cinta de intriga paranormal-psicológica que supone el debut en largometraje de J. A. Bayona, un director con cierta habilidad en el manejo con estilo de los resortes del suspense, recordando ahora a Hitchcock, más tarde a Kubrick, después a Wise, también a Spielberg, por no hablar de sucedáneos de los citados: Shyamalan, Amenábar

el orfanato critica reviewTambién posee aptitud en la dirección de actores, ya que casi todos sus intérpretes se muestran creíbles, en especial Geraldine Chaplin en una breve participación como médium, y Belén Rueda en el personaje central modelado en plan Wendy “peterpanera” al rescate y protección infantil.

La película, de insufrible autobombo “telahinquero”, se sirve de ingredientes mil veces vistos: personaje central femenino, objeto frágil de espectros varios y protagonista de una situación presente de intriga y terror singularizada por su pasado; niño juguetón-preguntón-protestón, empleado como nexo de los fantasmas y detonador en el vínculo con el personaje central de una acción escasamente sugestiva que puntea pero no termina de penetrar; la mansión aislada de apariencia gótica, que sirve para una explotación redundante del escenario, insistiendo en unas maneras estético-narrativas muy derivativas; varios secundarios con presencias inquietantes, que enrarecen el ambiente a pesar de que su retrato sea plano y sin desarrollo…




Bayona, en exceso preocupado por el estilo, busca en cada plano impactar al espectador, lo que le lleva a reiterar motivos y recursos, y/o alterar perspectivas en una misma escena sin aportar información narrativa más allá del lucimiento visual gratuito, que provoca puntualmente el abordar de forma artificiosa a un mismo personaje o grupo de personajes en una misma escena con un plano lateral, más tarde frontal, otro lateral contrario, después cenital, ahora un travelling circular pomposo, ahora contrapicado sin venir a cuento… bueno, todo sea por la buena intención de empleo enfático del escenario, y el objetivo de estimular en el espectador la empatía con el azoramiento emocional de su personaje central.

A raíz de esta enfatización no se le puede negar un cuidado máximo en el detalle, resaltando con habilidad objetos, miradas, sonidos, una atmósfera lluviosa, grisácea, que equipara el exterior físico con el interior psicológico; una imaginería infantil de cierta fuerza (el niño encapuchado al fondo del pasillo o como elemento extraño en la fiesta de disfraces) en el más o menos tenso juego de gato y ratón; alguna secuencia de mérito (la participación de la médium es de lo más destacable junto a la fiesta en campo abierto de disfraces de valor grotesco-paranoico); y un dominio suficiente del tempo sin mostrarse apresurado ni arrítmico.




Junto al deja vu, la sobrecarga de manidos sonidos susteros, y la afectación estética general, este cuento, que a pesar de que contiene referencias directas a Barrie es más deudor de Henry James que otra cosa, tampoco es que cautive en demasía ni aporte nada nuevo, iniciándose de forma sugestiva pero decayendo en su tramo final, confuso y ambicioso, con una finalización primero relamida, después fláccida.

No obstante, y aunque con rebotes constantes en múltiples referencias previas y desproporciones de primerizo, exhibe aspectos estimables en cuanto a narración y elaboración de guión, además de interpretaciones de primera de las mentadas Rueda y Chaplin.

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J. A. Bayona
Belén Rueda
Geraldine Chaplin