• Por AlohaCriticón

giro inesperadoDirección: Philip Kaufman.
Intérpretes: Ashley Judd, Samuel L. Jackson, Andy García, Mark Pellegrino.

Con guión de Sarah Thorp (“Exposados”).

Sinopsis

Jessica Shepard (Ashley Judd) es una detective de homicidios de la ciudad de San Francisco marcada por un tráfico pasado familiar que intenta olvidar con múltiples contactos sexuales y con su adicción al alcohol.
Jessica se ocupará de la investigación de una serie de homicidios cuyas víctimas resultan ser sus amantes, lo que le convierte en la principal sospechosa.

Crítica




La reina contemporánea de los thrillers, Ashley Judd, y el emperador de la productividad cinematográfica, Samuel L. Jackson, juntos en este título dirigido por Philip Kaufman, seguramente uno de los más flojos de toda su filmografía.

Después de ofrecer una esteticista visión de los últimos días del Marqués de Sade en “Quills”, Philip Kaufman rodó este thriller escrito por Sarah Thorp, autora de un guión mejorable, predecible y lleno de clichés.

La narración resulta escasa en ritmo y tensión, excesiva en tópicos del género que inundan a los personajes, el desarrollo de la trama, el clímax y la conclusión.

También es forzada en los giros y los caracteres no resultan creíbles.


La guapa Ashley, una actriz con talento pero que parece no tener tiempo para elegir los guiones con mayor exigencia, haciendo de lo de siempre en películas de esta naturaleza, Samuel L. Jackson intentando hacer de Morgan Freeman, y Andy García está en modo automático.

Kaufman sabe manejar los recursos técnicos para establecer una atmósfera propicia a constuir un thriller psicológico interesante, pero el interés no aparece por ninguna parte, y esta película, que debería ir directamente al mercado del DVD, solamente destila amodorramiento.

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Ashley Judd
Samuel L. Jackson
Andy Garcia




giro ashley juddJessica (Ashley Judd) es una agente de policía que va tras la pista de un peligroso asesino en serie. Las cosas se complican cuando descubre que las victimas del criminal son hombres con los que ella ha mantenido relaciones sexuales en el pasado, asi que todas las pistas la inculpan a ella.

Aparte del valor, siempre relativo, que se le otorgue a “Giro inesperado”, lo que resulta innegable es que supone la rendición del realizador Philip Kaufman ante la industria norteamericana más comercial, con la que ha batallado durante treinta años en busca de imponer su libertad creativa. Kaufman, uno de los últimos independientes que se pueden rastrear en Hollywood siempre se ha caracterizado por tomarse su carrera cinematográfica con indudable tranquilidad –ha hecho doce películas- y por ejercer, en muchas ocasiones, de guionista en sus trabajos.

En cambio, este thriller de suspense es puro cine de género y de moda, rutinario en factura y reparto y llevado a cabo sobre un previsible guión de la joven directora Sarah Thorp.

El resultado no está a la altura del autor de obras como “La Invasión De Los Ultracuerpos” o “La Insoportable Levedad Del Ser”.

Dentro de la filmografía de Kaufman está más cerca de “Sol naciente”, otro film de género de intenciones taquilleras, que de “Henry y June”, a pesar de que comparte con la segunda un interesante contenido sexual visible en algunas escenas.

Incluso se podría decir que estamos ante una buena película por varios momentos de calidad, pero con su abuso de los clichés del género acaba por estropear toda buena intención.




“Giro Inesperado” comienza de la forma más prometedora vista últimamente en un thriller. Mediante fundidos se nos presenta la ciudad en que se va a desarrollar la acción, un espacio brumoso y sórdido semioculto por una permanente niebla y en donde no es difícil encontrar rincones oscuros y solitarios. En uno de ellos aparece la protagonista.

Primero vemos sus ojos en primerísimo plano y a continuación la cámara emprende un sensual descenso siguiendo la caída de una gota de sudor por su rostro –gran idea visual- que descubre un cuchillo marcado en su cuello y, justo detrás, la boca ansiosa, con claras intenciones sexuales, del hombre que sostiene el arma, al que ella misma detendrá.

Está claro que, si no llega a ser por el trabajo de dirección, la película no aguantaría el interés ni los primeros diez minutos, pues el guión es de lo más simple, cimentado en la supuestamente atractiva idea de que las víctimas son, en esta ocasión, antiguos amantes de la detective encargada del caso.

Esa idea se complementa con las constantes referencias a un naturalismo que nunca llega a manifestarse.

Ella es hija de un suicida, y cree que esa sangre que fluyó por las venas de su progenitor hace lo mismo por las suyas, abocándola a un destino prefijado.

Se puede distinguir con relativa claridad la lucha de Kaufman por incluir alguna forma original dentro de las previsibles y monótonas escenas que le sirve Thorp. Su realización es clásica, dirigiendo el entramado con calma de experto, sin atropellar los descubrimientos prescindiendo de los habituales giros argumentales, más interesado en la acertada e inquietante creación de atmósfera.


Dentro del gris desarrollo de la historia destacan momentos específicos de autor, como la escena del ligue en el bar nocturno a base de miradas soslayadas, de gestos y sugerencias.

Otra escena interesante es la del descubrimiento del cadáver a las afueras de un estadio donde se disputa un partido de béisbol.

Como fondo al reciente asesinato y a la muerte se oyen los aplausos y ovaciones del despreocupado público, apuntando tanto lo cerca que estamos todos de la muerte como la hipocresía que obvia este aspecto.

A pesar de momentos como estos, la mayor parte del film la constituyen momentos ya vistos, desde la ya consabida escena del garaje solitario a otras únicamente destinadas a lanzar sugerencias sobre la identidad del asesino.

La conclusión, lo peor de todo, demuestra la imposibilidad que parece tener el thriller moderno para ser coherente consigo mismo en los finales.

Por mucho que se trate de plantear temas al final siempre se echa mano del psicópata de turno, el cual además, ha estado a la vista durante todo el film.

Ese giro final rompe con cualquier reflexión anterior, reexplicando la trama desde otro punto de vista, por supuesto, mucho menos sugerente.

Pablo S. Blasco

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