• Por AlohaCriticón

gosford park cartel pelicula poster movieDirección: Robert Altman
Intérpretes: Maggie Smith, Michael Gambon, Kristin Scott Thomas, Ryan Phillippe.

Con guión de Julian Fellowes (“La Feria De Las Vanidades”).

Sinopsis

Es el año 1932.
El matrimonio de aristócratas Sir William McCordle (Michael Gambon) y Lady Silvia (Kristin Scott Thomas) reunen a una serie de amigos en su mansión de la campiña Gosford Park, para organizar una partida de caza.
Allí se darán cita gente de la nobleza inglesa, protagonistas de hazañas bélicas y artistas de diversa índole.

Crítica




gosford-park-critica-fotos-altmanNueva entrega del prolífico e irregular Robert Altman, el autor de Kansas que ha cruzado el charco para ofrecernos su usual retrato coral de carga ácida, centrado aquí en un universo alejado de sus pretéritas y naturales propuestas.

El film es una aceptable mezcolanza entre “La Regla Del Juego” del maestro francés Jean Renoir, la televisiva serie británica “Arriba y Abajo” y el whodunit clásico de las novelas de intriga de Agatha Christie que contiene las pautas clásicas de Altman, una diatriba social de estructura coral narrada con talento y fluidez, buena puesta en escena, utilización de diálogos superpuestos y excelente direccion de actores.



Sin embargo, la película es una cáustica instantánea sobre la lucha y diferencia de clases con escaso desarrollo en sus caracteres y con una trama de ínfima garra, centrada más en la interacción puntual de los personajes que en su progresión, lo que puede trivializar el conjunto de la obra.

Además, la sátira no evita la obviedad, como es la definición fácil de las manidas y maniqueas características psicológicas y costumbristas de las diferentes clases sociales.

Los amantes de las constantes autorales de Robert Altman se lo pasarán en grande, los demás depende de su grado de conexión con personajes e historia.

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Kristin Scott Thomas
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Trent Ford




gosford park criticaEn su nuevo trabajo como director, Robert Altman ha optado por recuperar su viejo estilo como narrador y centrar la acción de su film en el territorio de la comedia, componiendo un híbrido de crónica social y de sátira dirigido contra un grupo de personas que constituyen un mundo aparte y diferente, del que el director se encarga de mostrar sus carencias, debilidades, frustraciones y mezquindades.

El argumento de la película, cuyo guión es obra de Julian Fellowes, gira en torno a las relaciones que se establecen entre un grupo de aristócratas ingleses de principios del siglo XX, cuando uno de ellos les invita a pasar un fin de semana de caza en su casa, Godsford park, imagen modélica de las viejas tradiciones inglesas.

Este tema, desarrollado ya en el cine por cineastas tan magistrales como Jean Renoir, sirve, de nuevo, para mostrar al espectador la rígida y decadente vida de la sociedad posvictoriana; aquella que, lejos ya del esplendor imperialista del Imperio Británico, aun conserva los rasgos tradicionales de una clase social poderosa que se niega a abandonar su condición de protagonista en la sociedad inglesa.

Sin duda alguna, esta moral de la grandiosidad y la apariencia supone una metáfora de la decadencia política del Imperio Británico tras la Primera Guerra Mundial, cuando su condición de primera potencia mundial dejo paso a una paulatina pérdida de influencia dentro de las relaciones internacionales, suplantada por su hijo menor, los Estados Unidos.



Pero nuestro análisis del film no puede reducirse a un estudio histórico de la época en la cual se ubica la trama. Centrándonos en el desarrollo de la película podemos apreciar como el director pretende hacer de este idílico escenario (una Inglaterra lluviosa y campestre) todo un alarde de irónica reflexión sobre las debilidades y abusos del carácter de sus personajes.

Y es precisamente en el análisis de los personajes en los que se centra la mirada del director, pues dos de ellos son los que nos explican las dos actitudes que tiene Altman a la hora de entender la nueva sociedad que nació tras el desastre de la Gran Guerra.

Por un lado la vieja aspiración aristocrática del Imperio Británico, representada por el dueño y patriarca familiar; y, por otro lado, el nuevo ideal triunfalista del capitalismo estadounidense, encarnado por el excéntrico director de cine.

Hasta aquí, las virtudes del film son más bien literarias, y se deben a un excelente guión que pretende ahondar en cada una de las miradas que se entrecruzan en la casa y, al mismo tiempo, mostrar toda una galería de caracteres y sentimientos que elevan sobremanera la categoría de esta gran película, donde el entretenimiento se debe a dos grandes hallazgos: la fina ironía que esconde cada réplica del guión y, por supuesto, a la maestría de Altman.

Y, ¿cuál es esta maestría? Pues bien, desde mi humilde punto de vista, la película debe toda su gracia y fuerza creativas a la esmerada puesta en escena de Altman, con ese estilo inconfundible del que más tarde hablaré; pero, también, a una decisión del director: la de mostrar los entresijos del servicio, de los que viven abajo, centrándose en los sentimientos encontrados de esas personas que hipotecan su existencia y sus ilusiones para servir a unos dueños, en la mayoría de los casos, mezquinos y ridículos.

El asesinato, necesario, aparece como un catalizador, una desgarrada muestra de que el mundo que presenta el director esta pervertido, de ,as diferencias que existen entre condiciones sociales separadas por una malla de tradiciones ancestrales centradas en dividir aun más las vidas de unas personas tremendamente similares.

Lo que de verdad importa no es la resolución del crimen, una mera excusa narrativa en el desarrollo de la película que sirve, entre otras cosas, para dar entrada a un delirante inspector de policía, sino las vidas de los personajes.

El final, tremendamente explícito, significa un alivio para los personajes, que al fin se han enfrentado con un pasado sumiso y han podido desembarazarse de sus miedos y obsesiones.

Es por esta razón que todos quieren alejarse de la casa, un marco que simboliza su decadencia, como si no fueran lo suficientemente valientes como para afrontar sus propias limitaciones.




Altman se interesa por grupos humanos que se toman así mismo demasiado en serio, y es precisamente de esta grandilocuencia de la que Altman extrae su fina ironía, transformado todas sus películas importantes en disecciones sobre la sociedad contemporánea.

Los grandes ideales son los causantes de una actitud hipócrita y soberbia, dos actitudes que son las responsables de crear un mundo basado en las apariencias, una especie de vida ficticia que carece de verdad.

Si analizamos los ejemplos más brillantes de la filmografía de este gran director, descubrimos que, en efecto, responden a esta actitud; tanto en “M. A. S. H.”, “El juego de Hollywood” o en “Vidas cruzadas” se repite este esquema.

Ahora bien, lo que verdaderamente aparece como original en su cine en su preocupación por la veracidad, de tal manera que sus películas se convierten en documentales sobre la psicología y los temores de la sociedad actual.

Lo que les convierte en películas de ficción es su mirada cínica e irónica.

Victor Rivas Morente

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