Dirección: Rupert Goold.
Intérpretes: Renée Zellweger, Finn Wittrock, Jessie Buckley, Rufus Sewell.
Con guión de Tom Edge.
Sinopsis
Año 1968.
Judy Garland (Renée Zellweger), en decadencia profesional y enganchada a las pastillas, acepta un contrato para cantar en Londres y poder así recuperar su estabilidad financiera para retener la custodia de sus hijos que pugna con su exmarido Sidney Luft (Rufus Sewell).
En la capital británica, Judy estrecha su relación con el músico y propietario de un local nocturno, Mickey Deans (Finn Wittrock).
Crítica
Drama biográfico sobre los días de ocaso personal y artístico de Judy Garland.
La acción se concentra en Londres, ciudad inglesa a la que llega la artista estadounidense para llevar a cabo una serie de actuaciones con el fin de normalizar su situación económica y recuperar la custodia de sus hijos.
En esta etapa, la niña que se hizo famosa con el musical “El Mago De Oz” se ha convertido en un juguete roto, es adicta a las pastillas, sufre problemas de alcoholismo, se encuentra endeudada…
Renée Zellweger interpreta a Judy Garland con una adecuada caracterización física, capaz de reflejar con la mirada sentimientos de soledad, fragilidad, patetismo.
Destaca también Darci Shaw como Judy adolescente y Richard Cordery como un Louis B. Mayer convertido en un sofisticado monstruo, capaz de vender sueños a costa de exprimir a la actriz infantil.
La película nos cuenta poco de su vida, no profundiza, estando más al servicio de explotar las miserias de su última etapa.
La narración salta en el tiempo con flashbacks sobre su infancia que inciden en las causas de su progreso personal y en los condicionantes psicológicos.
La relación con el productor, las dietas, el consumo de fármacos, la ausencia de una infancia normal y de una vida familiar.
El film tiene interés en su comienzo, pero tras la primera media hora se vuelve lento, repetitivo.
La historia alterna dos tiempos paralelos y los flashbacks logran aligerar en parte esa narrativa pesada, tediosa, de escaso dinamismo.
El tono de la película es melancólico, todo es angustia y crepúsculo sin atisbos del brillo de la actriz en sus mejores tiempos.
En ningún momento trata de embellecer nada, únicamente importa retratar la desolación.
Ese énfasis en el retrato doliente de Judy absorbe todo el guión, resultando redundante y plano, sin crear empatía con la protagonista a causa de su esquematismo.
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