• Por Antonio Méndez

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Dirección: Peter Jackson.
Intérpretes: Naomi Watts, Jack Black, Adrien Brody, Jamie Bell.

Remake de “King Kong” (1933), película de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Con guión de Philippa Boyens (“El Señor De Los Anillos: La Comunidad Del Anillo”, “El Señor De Los Anillos: “El Retorno Del Rey”), Peter Jackson (“El Señor De Los Anillos: La Comunidad Del Anillo”, “El Señor De Los Anillos: “El Retorno Del Rey”) y Fran Walsh (“El Señor De Los Anillos: La Comunidad Del Anillo”, “El Señor De Los Anillos: “El Retorno Del Rey”).

Sinopsis

Años 30, Nueva York en la época de la Gran Depresión. Ann Darrow (Naomi Watts) es una actriz que viaja con un grupo liderado por el director Carl Denham (Jack Black) a una remota isla en donde existe una leyenda que habla de la existencia de un gigante simio llamado Kong. Allí Denham intentará filmar una película de aventuras.

Crítica




Después de adaptar a J. R. R. Tolkien, Peter Jackson rehizo su película favorita con animación en stop-motion obra del pionero Willis O’Brien, “King Kong” (1933), en esta producción que recrea con efectos digitales los avatares del gran mono, una de las cumbres de las “monster movies” que tanta gloria dieron a la serie B clásica (y a la “A”) con seres por lo general mucho más entrañables que los humanos.

Uno de esos seres es el tierno Kong, protagonista de una historia inspirada por la vinculación repulsiva-afectiva entre bella y bestia con origen en la señora De Beaumont.




king-kong-peter-jacksonPara materializar tal vinculación, el film cuenta con el notable protagonismo femenino de Naomi Watts, quien toma el relevo de Fay Wray y Jessica Lange, y de un King Kong asombrosamente configurado con Andy Serkis-Gollum modelando sus movimientos y otorgando sensibilidad y “humanidad” al fenomenal gorila.

Es un título al que no se le puede negar espectacularidad y tensión emocional, pero que también manifiesta escasez en la síntesis narrativa, expandiendo sin medida y de manera más que autocomplaciente una sencilla historia que podría ser contada en muchos menos minutos si se obviara la autoindulgencia.




Sin embargo, es innegable y se le agradece la querencia por el material original (con un sensacional reflejo del Nueva York de los años 30) y la búsqueda (difícil de conseguir por su concesión a los excesos) de un equilibrio narrativo entre efectos, historia y personajes, sin aposentarse solamente en una perspectiva juvenil (con lo que eso conllevaría en la concepción de diálogos, tempo narrativo, efectismos gratuitos, perfil de personajes, trama…) en la relación afectuosa entre Ann y Kong.

También se soporta su épica ruidista, el alargamiento inadecuado de algunas escenas y la fanfarria masturbatoria en un notable entretenimiento que tanto pasa de la aventura fantástica al drama con “pez fuera del agua” como del humor al terror, el film de desastres o el romanticismo trágico dentro de un apabullante magisterio en efectos y diseño de producción que seguramente haga babear al mismísimo Steven Spielberg.

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Peter Jackson
Naomi Watts
Andy Serkis
Adrien Brody
Jack Black
Jamie Bell




Estamos ante una de las películas más espectaculares en mucho tiempo, con grandes momentos llenos de tensión, y adrenalina, dignos del mejor cine de acción, de eso no hay duda. Tampoco creo que haya muchos que piensen que no hay química de la más autentica entre los dos protagonistas, gracias sobre todo a la creación más sorprendente de esta superproducción liderada por el visionista Peter Jackson, el rey Kong, no hay suficientes adjetivos para describir con realidad lo que se siente al ver moverse a esa bestia, o al menos yo no los sé encontrar, y tampoco para reflejar cómo actúa, ya que a pesar de su condición es capaz de hechizarte con sus ojos, de cautivar y levantar pasión en el espectador.

El único modo de descubrirle es pagando la entrada de cine, contribuyendo así a lograr el objetivo último de los diseñadores de este proyecto. Precisamente esa es la idea que repite en el film Carl Denham (interpretado por Jack Black) durante el rodaje de la película que pretende filmar “La gente pagará por verlo” y de hecho deberán hacerlo si quieren asistir a las dos horas de puro espectáculo y entretenimiento más logradas de los últimos tiempos. Y gracias también a la soberbia interpretación de una de las actrices más valiosas del momento, Naomi Watts, capaz de transmitir mucha credibilidad y capaz de emocionar, haciendo gala de una belleza y naturalidad que deslumbran la cámara, y de entregarse de un modo irracional pero verdadero a la gran bestia.




También es poderosa la capacidad visual del gran Peter, que deja imágenes hermosas, aterradoras, y reales al mismo tiempo.

Lo demás puede ser cuestionable, como el ritmo de la película, que peca de ser demasiado vibrante, y ello le quita credibilidad a la trama, sobre todo en la primera parte de la misma, donde no habría estado de mas una leve profundización en el personaje de Ann Darrow. Y quizás la enorme carga de acción le quita peso a cuestiones que solo son intuidas como la leve crítica al carácter avasallador, superficial y materialista del ser humano, y resta importancia a la relación entre la bella y la bestia, muy lograda y con mucho poder de transmisión pero con poca presencia.

Sin embargo poco importa porque la idea y el fin que perseguía Peter Jackson al rodar el remake de la película que le convirtió en director de cine, está conseguido de sobras. Implicar e impresionar al espectador y ofrecerle un chorreo de diversión y entrenemiento, mientras se conmueve con la historia de amor más salvaje.

Habrá algunos que no soporten tanta acción, la encontrarán excesiva y cargante pero no creo que haya nadie al que el gran Kong le deje indiferente, sin duda, lo mejor de toda la función.

Pablo González Táboas




Nueva York, año 1933, un equipo de cine bajo la dirección de Carl Denham (Jack Black) parte en un barco rumbo a una isla desconocida en pleno Océano Pacífico para rodar una película, una vez ahí descubren que en esa isla existe una civilización prehistórica cuya tribu secuestra a la bella Ann Darrow (Naomi Watts) para ofrecerla en sacrificio ritual a Kong, un inmenso gorila que acaba enamorándose de ella, defendiéndola del ataque de todas las criaturas antediluvianas que habitan la isla.

Denham ve la posibilidad de ganar mucho dinero si logra capturar a Kong y llevarlo a Nueva York para exhibirlo ante el público. El contacto de King Kong con un mundo diferente al suyo y el amor que siente por Ann hará que los acontecimientos acaben precipitándose de manera trágica.

Esta podría considerarse como la primera película que logra ponerse a la misma altura e incluso, por muy imposible que pudiera parecer en su gran calidad artística, superar a la película original rodada en el año 1933 por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Era este un proyecto largamente acariciado por Peter Jackson de desde que era un niño: crear su propia versión del mítico gorila basada en la leyenda de la bella y la bestia, volviendo de manera muy acertada a las raíces del mito y a la misma época en que se rodó la película original.




Sin ánimo de hacer un destrozo comparativo como suele ser muy habitual a la hora de analizar y despreciar un “remake” como este y que por desgracia es algo que hoy es muy habitual hoy en día por los críticos admiradores de las versiones originales que siempre creen que en lo original siempre será lo mejor que lo más moderno realizado con los mejores medios técnicos que no tuvieron las películas originales, lo cierto es que cuesta mucho imaginar hoy en día la reacción de los directores de aquella época si ellos mismo hubiesen dispuestos de los actuales medios infográficos que disponemos para crear a un mito como es King Kong dentro de la historia de cine sin restar la gran aportación que ellos consiguieron en 1933 con técnicas y medios más rudimentarios con su obra, y sin animo de restarle la gran importancia y valor cinematográfico que la versión del 1933 diré que esta película hecha en la actualidad marcará un antes y un después en el cine del género de aventuras y será admirada por las generaciones actuales.

Jackson ha conseguido en pocas palabras lo que John Guillermin no consiguió en 1976 bajo la tutela de Dino de Laurentiis con su mediocre versión del mítico gorila, que es la de crear una obra maestra como los medios infográficos de hoy, lo mismo que ya lo fue la versión original con las técnicas del fotograma a fotograma y en base a las rudimentarias miniaturas y trasparencias que marcaron un hito dentro del mundo de los efectos especiales.

Cabe destacar eso si la gran labor desempeñada por todo el equipo técnico del film el mismo que realizo la trilogía de “El Señor de los Anillos” que consigue con esta película hacer una obra monumental apta para todos los públicos.

Rostov




Peter Jackson es, definitivamente, un niño grande. Su aspecto de frikie desenfadado esconde en su interior una infancia mitómana que aún perdura. Recuperar King Kong para el público contemporáneo no es más que una excusa para rendirle tributo a uno de sus ídolos de niñez. Es por ello que sería injusto tachar a Jackson de ir a lo fácil, de inclinarse a la moda de los remakes como un lacayo a sueldo de Hollywood.

Jackson, tras regalarle al mundo la versión cinematográfica de “El Señor de los Anillos”, tiene poder suficiente como para hacer lo que le venga en gana. Rescatar a King Kong, su amado King Kong, de su oscuro y obsoleto pasado, y vestirlo de gala para la ocasión, ha sido su particular forma de demostrarlo.




El King Kong de Peter Jackson arranca con poderío, con una fantástica introducción del Nueva York de los años 30. Todo a lo grande, con fuerza, porque todo en King Kong es enorme, necesario. Es la forma de rodar de un Jackson que igual se recrea en una pelea imposible entre el simio y tres tiranosaurios, como en un íntimo e inolvidable encuentro entre Kong y su amada Ann. Una vez puestos en situación, hay que reconocer que al film le cuesta arrancar, y bastante. La fuerza del inicio se va perdiendo, a pesar de los intentos del director neozelandés por mantenerlo a flote. Cuando se apuesta por hacer una película de tres horas, se corre el riesgo de no controlar el ritmo narrativo. Algo así ocurre en el largo viaje hacia la isla. Jackson perfila personajes, historias, pero no acaba de convencer con nada. Tal vez habría sido acertado reducir en algo el metraje en esa parte, pero ya se sabe lo que cuesta deshacerse del material rodado.

Es en la llegada a la isla cuando el film despega. Ahí Jackson se encuentra en su salsa, en un terreno en el que sus excesos visuales se propagan con una fuerza indestructible, trazando escenas de gran impacto y espectacularidad. Sucede con la tribu, cuya aparición nos hace rememorar, quién sabe por qué, a los implacables uruk hai de El Señor de los Anillos; pero sucede, esencialmente, con la estelar puesta en escena de King Kong. Hay ocasiones que la tecnología ha actuado en contra de las películas, devorándolas sin contemplaciones (aún recordamos al infame Jar Jar Binks, de La Amenaza Fantasma) , pero cierto es que a King Kong le ha sentado de maravilla. Tras el enorme simio construido por Weta, se esconde un personaje entrañable, mágico, con el que Andy Serkins ha podido volver a lucirse como ya hizo con su inolvidable recreación de Gollum. Es elocuente que Jackson regale a Kong las mejores escenas, aunque era impensable que el gorila no robara cualquier plano. Ante él, sólo Naomi Watts aguanta el tipo, ejerciendo de excelente partenaire ante uno de los más carismáticos personajes que ha dado el cine.

King Kong deja, finalmente, una lectura algo agridulce. Jackson ha sabido muy bien como trazar al simio, pero se le intuye algún problema con la narración. Cabe preguntarse cuál será la trayectoria del director neocelandés a partir de ahora. Se ha asentado en un Hollywood que le respeta, pero ofrece síntomas de estar olvidando aquel espíritu bohemio que regaló una joya de la talla de “Criaturas Celestiales”, y que se divertía con sus irreverentes incursiones en el cine gore. Quién sabe si necesita, como King Kong, encontrar un alma libre que le aparte de la megalomanía hacia la que podría estar caminando.

Ángel Ruiz




Entretenida y muy, muy divertida. El nuevo King Kong no pasara a los anales de la historia ni tampoco creo que se convierta en ningún clásico como he escuchado por ahí, pero sin duda es uno de los films mas espectaculares de este año, cumple de sobra con lo que promete, aunque, eso sí, que nadie espere una obra maestra ni un super-peliculón, porque entonces saldrá defraudado.

Se divide claramente en tres partes, la primera en Nueva York, con una ambientación extraordinaria en donde se exhiben las penurias de la gente en aquella época. Este tramo es notable y sin duda de lo mejor de la película. Tras la primera horanos centramos ya en el viaje a la isla y su posterior llegada a la misma. Es la parte mas larga y en donde se nos presenta a Kong (impresionante creación digital) y a un montón de bichos de toda clase, desde dinosaurios de todo tipo hasta arañas y murciélagos gigantes. Aquí los fx cobran el total protagonismo de la cinta con persecuciones a todo trapo, embestidas de dinosaurios, Kong machacando a todo bicho que se cruza en su camino…..




Aunque muy espectacular es de lo más flojo de este título pues muestra un “corre que te pillo” contínuo bastante absurdo y demasiado rápido. Además el estilo visual de Jackson deja mucho que desear utilizando imágenes a cámara lenta que llegan a desesperar en ocasiones. De lo más impresionante resulta la brutal lucha de Kong con el T-Rex.

La última parte la captura de Kong y su posterior muerte es, sin duda, un momento realmente triste y emotivo, principalmente por lo real y humano que resulta Kong en todo momento, conformando de esta manera un final absolutamente brillante. En resumidas cuentas, estamos ante un notable remake con este nuevo “King Kong” que creo respeta el espíritu del original y supone un bonito homenaje a aquel legendario film de 1933. En general resulta una película muy entretenida y a pesar de su duración no se hace pesada en ningún momento, aunque bien es cierto que con media hora menos la cosa hubiera quedado mejor (algunas secuencias se alargan excesivamente sin necesidad). Muy recomendable.

Agustín Aparicio

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