• Por AlohaCriticón

LA BATALLA DE ARGEL (1965)

Dirección: Gillo Pontecorvo.

Intérpretes: Brahim Haggiag, Jean Martin, Yacef Saadi, Samia Kerbash.

Octubre de 1957. Ali La Pointe (Brahim Haggiag), capitán de la guerrilla argelina, rememora sus vivencias como líder del FNL en la guerra de la independencia del país norteafricano.

Película premiada con toda justicia en el festival de Venecia de 1966. Trata

de los disturbios acaecidos en Argelia a finales de los años 50 y de cómo

desembocaron en la independencia del país.

Por el arranque podría tratarse de una película del estilo de “Roma Ciudad

abierta”, pero ni es Rossellini, ni es Neorrealismo, aunque se le parece

mucho. En algunos pasajes, sobre todo después de los atentados, tiene mucho

en común con Pasolini. Pontecorvo sabe unir estas influencias pretéritas

para darle a la cinta un toque personalísimo. Sin los primeros planos,

Pontecorvo habría realizado un documental. Pero esos planos funcionan muy

bien intercalándose en la acción para darle mayor fuerza y dramatismo. En el

comienzo, el argelino que ha sido torturado por fin se decide a hablar,

entonces el director nos muestra su rostro, todo un reflejo de lo que ha

sufrido y de lo trágico de la situación.

El largometraje es muy actual. Las imágenes de las victimas de los atentados

terroristas vagando desorientadas o el silencio que reina después del ruido

de las bombas es algo muy familiar hoy en día.

La película es un largo flash-back, comentada en algunas partes con una voz

en off muy adecuada, que nos relata las máximas del FLN a la población

mientras las imágenes nos muestran otras acciones completamente distintas,

como aquella en la que un grupo de niños se burla y ataca a un mendigo.El

comienzo del flash-back resume toda la acción posterior: Omar Alí, futuro

activista del FLN, es perseguido muy de cerca por la policía por una estafa

menor, en su huida un blanco (rubio para dar mayor fuerza a la acción) le

pone una zancadilla. Alí cae al suelo ante la burla de un grupo de franceses

blancos. Sabiendo que le va a coger la policía arremete con furia contra el

hombre blanco. Todo un símbolo de lo que ocurrirá luego.

El director no se limita a mostrarnos las imágenes. Toma partido. En efecto

tras los atentados contra la población musulmana de la Casbah, Gillo

Pontecorvo muestra a las victimas con los brazos en cruz, mientras suena una

música sacra compuesta por él mismo y un tal Ennio Morricone. En el resto

de atentados, se limita a exponer los hechos, e incluso a resaltar como la

población blanca se ensaña con algún niño o mendigo musulmán culpándoles de

las masacres.

Una obra maestra.

Fernando de Cea