• Por AlohaCriticón

doble vida del faquirDirección: Elizabet Cabeza y Esteve Riambau.
Intépretes: Película documental.


Año 1937, Colegio del Roser en Sant Julià de Vilatorta. Ajenos al conflicto civil que sacude a España, un grupo de alumnos dirigidos por el empresario y amante del cine, Felip Sagués, rueda una película que lleva por título, “Imitando Al Faquir”. Casi setenta años después, los escasos participantes que quedan de semejante aventura creativa, desmenuzan los pormenores de aquella iniciativa y el contexto histórico que les rodeaba.

El atractivo que, en ciertos casos, hay que reconocer al género del documental, aparte de ser el estandarte de la verosimilitud y, por tanto, instrumento de satisfacción para aquellos a los que la ficción les parece demasiado ficticia, reside, sobre todo, en el descubrimiento sorprendente de vivencias protagonizadas por personas hasta entonces anónimas.




En este sentido, “La Doble Vida Del Faquir” cumple con ese cometido. Se trata de un testimonio histórico familiar dirigido y escrito por Elisabet Cabeza y Esteve Riambau, cuya idea surge a partir de una cinta rodada en un colegio de huérfanos, ubicado en Sant Julià de Vilatorta, y en la que, precisamente, uno de los personajes que aparece en ese documento es el propio padre de Cabeza.

Con la colaboración de los supervivientes de aquél insólito experimento y la ayuda de su refrescante memoria, se hace un repaso no sólo a los avatares del rodaje, sino a la convulsa situación política y académica y a la vida familiar de los distintos intervinientes.

Intercalando imágenes de “Imitando Al Faquir” y declaraciones de sus intérpretes, Cabeza y Riambau avanzan en el relato, prologado y finalizado por un grupo de infantes de nuestros días que intentan revivir lo que fueron aquellos momentos de espontánea creación cinematográfica.




En una época en la que tenemos acceso a cualquier tipo de información y material, es muy edificante deleitarse con experiencias como la que nos muestra “La Doble Vida Del Faquir”, y percatarse de cómo se las apañaba el bueno de Don Felip Sagués para innovar el entretenimiento de los niños, un tanto cansados ya de Miguel Strogoff o de Charlot.

Adicionalmente a la magia de “Imitando Al Faquir”, hay otros momentos entrañables en este viaje al pasado, como por ejemplo, presenciar el reencuentro de los protagonistas principales de esa pequeña obra maestra, o bien, ser testigos de la emoción contenida de Elisabet Cabeza uando conoce los detalles de la vida de un padre ausente, expuestos por sus antiguos compañeros de estudios y jaranas.

Alberto Alcázar

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