• Por AlohaCriticón


Dirección: Jean Cocteau.
Intérpretes: Jean Marais, Josette Day, Yvonne de Bray, Marcel André.


Un joven llamado Michel (Jean Marais) conmocionará a su familia cuando les revele su amor por Madeleine (Josette Day), ya que es la amante de su padre Georges (Marcel André). Por otra parte, la madre de Michel, Yvonne (Yvonne de Bray) temerá perder el amor de su hijo.

También conocida en España como “Los padres terribles (Les parents terribles)”, esta excelente película es una adaptación de la obra de teatro homónima del propio Jean Cocteau. El director lejos de disimular el origen de la cinta muestra su pasión por las tablas incluyendo un escenario en los créditos y levantando el telón cuando arranca la película (hasta se escuchan los tres golpes de rigor que anuncian el comienzo de la función). Pero no nos engañemos, lo que viene a continuación es cine con mayúsculas.

Cocteau se encarga de demostrarlo con una sucesión de planos imposibles al más puro estilo de Welles, que dan el tono correcto a una complicada trama: Una familia compuesta por un matrimonio, su único hijo y la hermana de la mujer, viven en un apartamento asfixiante,”el carromato” como lo llaman ellos. Las relaciones entre ellos nos anuncian una tragedia, el hijo (Jean Marais, amante del propio Cocteau) con complejo de Edipo incluido, está enamorado de la amante de su padre sin saberlo; la tía resentida por no haberse podido casar con su cuñado maneja los hilos de todos los personajes (insuperable Gabrielle Dorziat) y la madre, egoísta hasta el final, quiere ser el centro de todo (Ivonne de Bray).

Con estos mimbres Cocteau hace un cesto de lo más original, Gabrielle Dorziat nos da una pista cuando exclama “No sé si es un drama o un vodevil” al enterarse del triangulo hijo-amante-padre que reproduce el ya existente esposa-marido-cuñada. El genial realizador hace uso de esta forma de teatro popular para rebajar la tensión introduciendo elementos de comedia y puertas que se abren y se cierran por doquier.

Uno de los puntos fuertes de la cinta es la dirección de actores. Si alguien nos dijese antes de ver la película que el Jean Marais de “Orfeo” o de “La bella y la bestia”, con 35 años, iba a hacer de niño mimado no nos lo creeríamos, sin embargo hace uno de los papeles de su vida. Josette Day no le va a la zaga y Marcel André se encuentra a la misma altura de los anteriores (los tres, compañeros de reparto en la citada “La Bella y la Bestia”).Pero lo que sin duda marca la diferencia en cuanto a interpretación es el duelo Gabrielle Dorziat e Ivonne de Bray (a quien Cocteau dedicó la película).

Otro de los aciertos (para mí lo mejor de la cinta) es la puesta en escena. El film se estructura en secuencias donde los personajes interaccionan entre sí por parejas, las dos hermanas, el hijo y la madre, el matrimonio, los amantes, etc. Para resaltar los momentos de tensión Cocteau realiza un montaje a base de primeros planos, jugando con los rostros de forma que los encuadra uno enfrente de otro, los dos en diagonal o incluso uno sobre otro para conseguir el efecto dramático deseado. Me gustaría destacar un plano fantástico, cuando Marais le confiesa a su madre que está enamorado: él se encuentra detrás de ella y justo en ese momento Cocteau coloca la cámara de tal forma que vemos la boca del hijo sonriente, hablando sin parar, y justo debajo los ojos entristecidos de la celosa madre. Impresionante.

En resumen creo que si alguien se atreve con el reto de llevar a la gran pantalla una obra de teatro debería revisar esta adaptación, esta obra maestra de Jean Cocteau que, insisto, no reniega de su origen, como lo demuestra en un brillante (no lo voy a revelar) plano final.

Fernando de Cea

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