• Por AlohaCriticón

la-ultima-carga-poster-criticaDirección: Tony Richardson.
Intérpretes: Trevor Howard, Vanessa Redgrave, John Gielgud, Harry Andrews.


Extraordinaria producción del año 1968 que aborda con criterio y el necesario coraje la crueldad irracional subyacente a todo conflicto bélico, especialmente cuando la confrontación parte de la interacción entre oscuros determinantes sociohistóricos, económicos y culturales de difícil comprensión y esclarecimiento para quienes sufren como víctimas o como verdugos la explosión de la barbarie.

El escenario del horror elegido para la ocasión es la sangrienta Guerra de Crimea (1854-1856), más concretamente centrado sobre la batalla directa librada por ingleses y rusos en el infernal asedio de Sebastopol.

Allí tuvo lugar la atroz Batalla de Balaklava, famosa por haber constituido para la brigada ligera británica una severa y contundente derrota, y cuyo desarrollo obedeció a factores de imprevisibilidad y negligencia dignos del mejor humor surrealista.




¿Por qué esta desastrosa guerra supuso un punto de inflexión tan importante para el imparable progreso en el sendero de la infamia?

Para entenderlo, cosa que la habilidad del guionista Charles Wood simboliza perfectamente en los ajustados trazos animados que son intercalados con perfecto sentido narrativo, es preciso hacer una breve reconstrucción histórica de los hechos.

Por aquel entonces la Rusia del zar Nicolás I seguía considerándose sucesora del imperio romano de oriente y estaba empeñada en terminar de una vez por todas con la vigencia del imperio otomano representado por Turquía, reconquistando para ello el Estrecho del Bósforo y parte de Asia Menor.

Al estallar definitivamente el conflicto entre los dos países, Inglaterra, Francia y Cerdeña se movilizaron acudiendo con celeridad ¡en apoyo de la nación islámica! Ante lo cual cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Por qué? O lo que es lo mismo, ¿cuál es el sentido de ese apoyo inglés otorgado a Turquía con el objetivo de impedir el triunfo cristiano sobre el Islam? ¡Qué curiosos giros da la historia!

¿Tal vez tuvo algo que ver su propio interés en lograr el apoyo islámico para así poder mantener libres las rutas marítimas y terrestres que les permitiesen asentar en los extremos más orientales de Asia su “imperio del opio”?
Lo cierto es que Sebastopol será conquistada por los aliados en 1855 y la paz negociada en 1856 gracias a la firma del Tratado de París.




¿El auténtico valor de la contienda?
La historia se repetiría pocos años después con el zar Alejandro II.
¿El auténtico significado humano? En opinión del historiador David Murphy “durante la guerra de Crimea, el mundo dio un paso hacia la idea de guerra total, y fue un caso en el cual las poblaciones civiles de las naciones beligerantes fueron vistas como blancos legítimos” (la cursiva es mía).

El balance de muertos arroja una monstruosa estadística del horror: los rusos perdieron más de 450.000 hombres en este conflicto, mientras que la bajas francesas y turcas fueron aproximadamente, en cada bando, de 95.000, perdiendo finalmente los ingleses alrededor de 22.000 efectivos.

Pero el dato más espeluznante es que el 80 por ciento de estas muertes fueron causadas por el cólera y el tifus, cuyos efectos se multiplicaron exponencialmente por la ineficacia operativa a la hora de atender a las tropas heridas en combate.
Un verdadero infierno.



Y todo ello se intuye desde la dura e implacable mirada de Richardson, que una vez se ha infiltrado con irrevocable decisión en las diferentes actitudes de los personajes protagonistas (excelente la composición del autócrata militar efectuada por Trevor Howard en la piel de Lord Cardigan), sintetiza la confusión bélica como si de los primeros corresponsales de guerra, los irlandeses William Howard Russel (The Times) y Edwin Lawrence Godkin (Daily News), se tratase, verificando para la atónita mirada del espectador el nuevo teatro de operaciones constitutivo de la que para muchos es sin duda la primera guerra moderna de la historia, puesto que ese escenario de dolor y muerte vendrá marcado por el uso iniciático de los rifles de cañón estriado, los proyectiles explosivos de largo alcance, las minas subacuáticas en el Mar Báltico y los barcos acorazados, estando a su vez dominado en todos sus puntos estratégicos por el uso masivo de las trincheras y la utilización de medios de locomoción (trenes) y aéreos (globos aerostáticos) con fines destructivos.
No hay salvación posible.

Tampoco justificación ideológica, civilizadora, religiosa o de cualquier otro tipo que pueda enmascarar el hambre salvaje de poder y dominación que alienta siempre la voluntad cruel de la guerra.

Tan sólo el arte puede librar el combate de la razón antibelicista mediante las armas de la inteligencia y la sensibilidad.

El propio León Tolstoi ya dejó constancia en sus “Cuentos de Sebastopol” de los sufrimientos de las tropas rusas durante los 11 meses del sitio aliado.

Richardson ha hurgado con el arte de su imagen en la conciencia mesiánica y arrogante de los hombres y lo que ha evidenciado con sagaz inteligencia no es otra cosa que la ladina maquinaria subyacente a todo el supuesto progreso humano: las certezas inamovibles del hoy son los errores incuestionables del mañana.

Un trabajo preciso, descarnado y siempre necesario.
Lobos devorando lobos.

Adrián Martínez Buleo

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Vanessa Redgrave