Dirección: Rodrigo Plá.
Intérpretes: Daniel Tovar, Daniel Giménez-Cacho, Maribel Verdú, Carlos Bardem.
Con guión de Laura Santullo (“Desierto Adentro”).
Sinopsis
Sudamérica.
En una época de creciente delincuencia, una zona residencial dotada de seguridad privada es invadida por tres ladrones.
Dos de ellos mueren a manos de los guardias de seguridad mientras que el tercero, llamado Miguel (Alan Chávez) escapa con vida.
Temeroso ante la búsqueda que han organizado los propios vecinos, el joven ladrón decide pedir ayuda a un muchacho de su misma edad, Alejandro (Daniel Tovar), después de que este último le haya encontrado en el sótano de su casa.
Crítica
El mexicano Rodrigo Plá debutó como director de largometrajes con esta película que pone de manifiesto la intranquilidad ante la inseguridad urbana (y más en un contexto de grandes diferencias sociales) y la necesidad de que los actos delictivos tengan respuesta con las leyes y la razón, y no con la primaria búsqueda de venganza.
La cinta, un drama y thriller iniciado con un flash-forward de tranquila estampa en el aislado lugar, crea pronto un escenario de robo y asesinato que pone en marcha la situación esencial de la historia.
Los vecinos se alarman, y deciden ellos mismos adoptar medidas para encontrar al responsable o responsables de los hechos. El que queda vivo es un joven temeroso que se esconde en una casa de la zona.
Aunque se ubica de forma equilibrada en diferentes perspectivas de manera urgentes (con especial mención para la intensa actuación del “policía” Mario Zaragoza), la película no logra acentuar la atmósfera de paranoia necesaria para tensar la acción, y, aunque sí confiere cierto cuerpo a algunos personajes, el desarrollo es rutinario y no se crean escenas de gran suspense.
En cuanto a los apuntes sociales se realiza un contraste de clases con formas de vida separadas metafóricamente por un alto muro que aleja el bienestar de unos pocos del malvivir de muchos.
Tal divergencia es muy real pero el planteamiento es simplista-demagógico, y el vínculo entre dentro y fuera del muro no tendrían que ser abordado como una infranqueable barrera de “buenos” y “malos”, sino como una necesidad de aminorar tal diferencia con un sistema fiscal justo y como una posibilidad de entrada en base a méritos, esfuerzos y… “suertes”.
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