• Por AlohaCriticón


Dirección: Rob Marshall.
Intérpretes: Ziyi Zhang, Gong Li, Michelle Yeoh, Ken Watanabe.


En una destartalada casita de pescadores, vive una muy humilde familia que se ve en la tesitura de pactar que sus dos hijas abandonen el hogar a cambio de unos ingresos y con la esperanza de un futuro algo mejor para ellas. De las dos hermanas, es Chiyo (Zhang Ziyi) la más afortunada, al ser elegida para entrar en una “okiya”, una casa en donde forman a futuras geishas.

Cuando una película adapta un relato literario que ha obtenido un desmesurado éxito, la desconfianza hace acto de presencia, ya que la justificación de esa creación fílmica, estará sustentada en asegurarse unos esperados y cuantiosos ingresos siempre que no se corran riesgos, es decir, siendo fiel a lo ya escrito.

Y es, precisamente, la traición al texto del que bebe lo que hubiera enriquecido el resultado final de la traslación a la pantalla grande. En este sentido, “Memorias de una geisha” no aporta originalidad alguna a lo contenido en el libro, hallándonos ante un producto que, para los más perezosos, evita la lectura de la obra de Arthur Golden. Y, ciertamente, en los tiempos que corren se debería evitar esa tendencia.

Si uno no se asoma a lo escrito por Golden nunca sabrá que la nuca y alrededores de una geisha es su parte más estratégica, o bien, no conocerá la complejidad y el arte que encierra la preparación de un “obi” (lazo posterior del kimono).

La historia de la elaboración de “Memorias de una geisha” se inicia con el olfato sensible y comercial de Spielberg, comprador de los derechos para el cine y, en un principio, quien iba a dirigir la cinta. Sin embargo, la ajetreada agenda del célebre director estadounidense hace que desista de la dirección y pase a labores de productor, tomando las riendas del proyecto, Rob Marshall, famoso coreógrafo que tocó el firmamento gracias a la versión cinematográfica de “Chicago” (2002).

“Memorias de una geisha” está estructurada en dos partes. Una primera que comprende la infancia de Chiyo, en la que la criatura es una auténtica desgraciada y recibe más palizas que Oliver Twist. Y una segunda, en la que ya adolescente, inicia el ascenso fulgurante al olimpo de las tan refinadas damas orientales de compañía.

Un dato a tener en cuenta: en las páginas dedicadas a los agradecimientos, Golden incluyó a la mujer (sin nombrarla) que, a partir de sus vivencias, le ayudó a escribir su narración. El pobre cumplía con lo de “es de bien nacido el ser agradecido”. Esa mujer, la Sayuri de la ficción, le demandó por revelar la fuente y publicó sus “otras” memorias.

Una vez más: poderoso caballero don dinero.

Alberto Alcázar


Exquisita pieza del cine moderno, excelsa adaptación de un libro cuyas páginas encierran secretos, confidencias, amores y amarguras, resguardo de cultura y exaltación de lo oculto, “Memorias de una geisha” es un producto que brilla moderadamente ante la turbulencia con que fue atacada, probablemente la desilusión anego las cabezas de incontables personas al enterarse que Steven Spielberg abandonaría este producto el cual ya había comenzado a rodar.

Sin embargo yo pertenezco a aquellos a los que no les ha disgustado que Rob Marshall sea quien dirija este producto, pues hasta llego a respetar que este director se acentúa de manera adecuada en este filme y que sólo tal vez el libro de Arthur Golden no mereciera ser adaptado por la mano de Spielberg.

Si bien ya he comentado que la adaptación es buena, sin embargo nunca sustituirá la majestuosidad del libro, es fiel lo que se nos ha presentado en pantalla, con algunos toques de inventiva provenientes de sus astutos guionistas Robin Swicord y Doug Wright, cuyo trabajo se torna impecable ante la cohesión de diversas ideas sin perder la esencia que demanda el libro; sin embargo sea aquí el punto débil del filme, la adaptación es fiel, se aferra al libro a tal grado que comete los mismos errores que este, aquello que pudiese haber sido modificado gracias a una diferente óptica no es manipulado eficazmente, logrando el mismo efecto que obtiene el lector y el espectador a merced de los giros que conlleva la historia, además de su poco o escaso contacto que se tiene con la diversa gama de personajes, siempre son un misterio, un mítico pensamiento es lo que se refleja en la mirada de cada uno de ellos, pues lo que realmente sabemos es una pequeña parte de la vida de estas otras personalidades, esto se refriere a que aunque sepamos que Hatsumomo era una de las geishas más famosas de aquellos tiempos y que sólo la gran Mameha le podía hacer frente, a pesar de las constantes suposiciones que se dan en el filme y las breves explicaciones del libro, en ningún momento podemos conocer en verdad su vida, nunca más allá del maquillaje blanco y las lecciones que da una hermana mayor a su hermana menor, es como si a pesar de que hablamos de las memorias de una geisha, el saber las de una no revela el secreto de todas, y sin embargo esto sólo opaca levemente la astucia de este relato.

Mientras tanto cuando nos referimos a los personajes que le rodean a Sayuri no sólo se refiere a aquellas geishas con una vida misteriosa semejante a la suya, sino también a todo el conjunto de hombres que les rodean, todos y cada uno de ellos pertenecientes a un mundo desconocido, al igual que la vida misma no deja desenmascarar misterios individuales e íntimos “Memorias de una geisha” es un reflejo de lo mística e incomprensible que puede llegar a ser la vida del vecino.

Otro punto que se debe abordar es que nos encontramos ante una obra literaria cuyo detalle es exquisito, algo que no puede captar un producto cinematográfico, sin embargo el cine entre sus tantas virtudes deja la imaginación para la literatura, desmenuzándonos el trabajo mental, cuando nos muestra explícitamente todos y cada uno de los detalles que se describen en el libro, que sin explicarlos se aposentan en la pupila del espectador (como el arreglo de la nuca, el obi, el kimono, los adornos para el cabello, el shamisen, el takamakura, los zori, entre muchas otras cosas), los aspectos técnicos son soberbios, el maquillaje espléndido, los paisajes y escenarios son preciosos, e aquí, en todos estos aspectos se encuentran las virtudes de “Memorias de una geisha”, que entre tanto glamour otro aspecto destacable es la música de John Williams, pausada, apacible, sensible y sobre todo humilde, dejando de lado sus tópicos para aposentarse de forma correcta en los oídos del espectador.

Por último quiero hacer mención acerca de las correctas actuaciones de sus actores, en especial sus protagonistas, Michelle Yeoh como Mameha, tan perfecta como en el libro, Gong Li como Hatsumomo, soberbia y tal vez no tan malvada como en el libro y Ziyi Zhang en la piel de Sayuri, exactamente como la imaginación lo pedía.

Un producto altamente recomendable para aquellos que estén dispuestos a ofrecer un momento de sus vidas, para así ser recompensados con la hermosura que irradia este filme.

Lucio Rogelio Avila Moreno

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