• Por Antonio Méndez

million dollar baby posterDirección: Clint Eastwood.
Intérpretes: Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman, Jay Baruchel.

Con guión de Paul Haggis (“Crash”).

Sinopsis

Frankie Dunn (Clint Eastwood) ha sido un experto entrenador de boxeo que tras un distanciamiento con su hija ha dejado de relacionarse socialmente.
Su único amigo es un antiguo boxeador llamado Scrap (Morgan Freeman).
Maggie (Hilary Swank), una mujer sureña sin rumbo en su vida intentará convertirse en campeona de boxeo con la ayuda de Frankie.

Crítica




Clint Eastwood es uno de los pocos autores contemporáneos que recoge con maestría la narrativa y profundidad clásica.

Su cine más que en sus mentores primarios, Sergio Leone y Don Siegel, se asienta en la mirada madura y sencilla de dos de los pesos pesados del cine del Hollywood dorado: John Ford y el Howard Hawks más dramático; por la sobriedad narrativa sin trucos ni adornos estéticos; por la querencia por el detalle significativo; por la pervivencia de la sustancia por encima del estilo, con un tratamiento intenso en las emociones de asuntos, situaciones y personajes, a los que retrata de manera excelente, incidiendo en sus anhelos vitales, sus miedos, sus residuos sentimentales que evocan su pasado, moldean su carácter presente y pavimentan su futuro, complementándose el terceto protagonista en sus ansias existenciales.

million-dollar-baby-foto-criticasAl margen de ello también hay huellas de los dramas psicológicos intensos e íntimos del sueco Ingmar Bergman y, en su primer tramo, de las virtudes de títulos del género malogrados en su tercer acto, como el “Rocky” de John G. Avildsen y Sylvester Stallone.

Algunos de los temas del film, de este drama humano, de este estudio psicológico, de esta catarsis sentimental que adapta un texto de FX Toole (seudónimo del mánager de boxeo Jerry Boyd), se ubican en la metáfora del boxeo en la lucha por la redención, la esperanza, el sueño, el compromiso, y la amistad.

Se desarrolla en imágenes en claroscuro, con una mirada honesta, sentido lírico, un tono reflexivo, sombrío y conmovedor, que ponen de manifiesto la madurez de un hombre que parece conocer bien la naturaleza humana, la dignidad humana, a la que arropa en melancolía.




Esta profundidad en la perspectiva humana es la clave de la maestría fílmica de Eastwood, la capacidad para roturar, no para simplemente arañar.

Los asuntos tratados no resultan originales, puede existir un giro que inunde de excesivo melodramatismo la historia, que los personajes secundarios están escritos de manera escasa, y que los lugares comunes desplegados son habituales, pero, en un mundo superficial a nivel artístico, encontrarse con una perspectiva penetrante e ilustrada, honesta, siempre tiene que ser recibido con agrado, especialmente si la dirección de intérpretes y las poderosas actuaciones de éstos consiguen provocar mayor interés en el drama desarrollado, sencillo, quizá formulista, pero poderoso a nivel sensorial, con acotaciones espirituales muy interesantes, en un conjunto que tiene que ser estimado en su verdadera valía en base al poso emocional almacenado vitalmente por cada uno.

Hilary Swank está fenomenal, pero el propio Eastwood, como las mejores interpretaciones de un añoso John Wayne con el maestro Ford en “Centauros Del Desierto” o “La Legión Invencible”, está espléndido, por no hablar de Morgan Freeman, un gran actor de corte clásico, siempre con el adecuado tacto sereno y ponderado, sin un gesto de más.
Magnífico.

Quizá “Million Dollar Baby” no sea la mejor película de Clint Eastwood pero, como los grandes en la historia del cine, uno de sus títulos menores es una gema cinematográfica al lado de los mayores de casi todos los demás.

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Clint Eastwood
Hilary Swank
Morgan Freeman
Jay Baruchel



million dollar babyFrankie Dunn (Clint Eastwood), es un veterano preparador de boxeo, que lleva muchos años preparando a púgiles, aunque sin convertirles en campeones. Regenta un gimnasio junto a su inseparable Scrap (Morgan Freeman), un ex-boxeador que fue discípulo de Dunn en su momento. Un día llegará al gimnasio una joven llamada Maggie (Hilary Swank), una chica cuya gran ilusión es convertirse en boxeadora. Pese a las reticencias de Dunn, que no cree en las mujeres como boxeadoras, acabará entrenándola.

“Million Dollar Baby” es la vigesimoquinta película de Clint Eastwood como director, un actor que últimamamente sólo se prodiga en sus propios films, y que ha venido dando sopas con onda a todos aquellos que sólo le recuerdan como pistolero en películas del Oeste. Con una filmografía que ha explorado diversos géneros y temáticas, Eastwood nos ha legado algunas películas muy interesantes como “Sin perdón”, “Un mundo perfecto”, o “Mystic River”, entre otras. Lo cierto es que con el film que ahora nos ocupa ha vuelto a dar en la diana, con una cinta sensible y directa, directa al corazón.


A través de una historia de superación, ambientada en el mundo del boxeo, Eastwood consigue hacer una película muy personal, en lugar de caer en el tópico retrato de superación de las dificultades, tipo “Rocky”. Salvando las distancias, la película se aproxima más al tono de “Toro salvaje”, la mejor película del subgénero, por cierto. Aunque la trama suene a tópica y vista mil veces, el director consigue conectar al espectador con su serena, pero segura forma de narrar, sin prisas, pero sin pausas. Todo lo que se preveía lógico se vendrá abajo en su último acto, sorprendente aunque posible. No seré yo quién desvele su final, sólo diré que se aproxima a una película reciente de gran éxito, adivinen o veánla.

Así pues, el film transcurre sin grandes estridencias en sus dos tercios, hasta que se produce el citado giro en la historia, que, personalmente ya no me resultó tan convincente como lo visto anteriormente, aunque de cualquier modo no resulta decepcionante. Hasta entonces habíamos visto una historia de camaradería entre semejantes, de perdedores alejados de los patrones de la sociedad de consumo, de gente corriente en definitiva. En ella hay espacio para el humor (esa conversación sobre calcetines), así como para la religión, y las relaciones humanas (la curiosa familia de Maggie, tan dolorosamente mezquina).

En el apartado actoral, hay que destacar a los tres protagonistas, tanto a Eastwood como Freeman, que están como siempre, hieráticos, pero seguros, y sobre todo, cercanos. También hay que destacar a la Swank, que vuelve tras sufrir la maldición del Oscar que le otorgaron hace años, que supera con creces su papel de mujer boxeadora, sin convertirse en la Lara Croft de turno.

Así pues, una nueva muestra de cine personal, adulto, que sin recurrir a tonterías para vender entradas, consigue emocionar al más pintado, con un film sincero, sencillo, que demuestra que pese a su edad, Eastwood tiene muchas más cosas que contar que otros realizadores de pacotilla que se las dan de autores, y que sólo tienen mucho más ego que talento, encumbrados por pesebreros sin personalidad. Ojalá muchos intentasen hacerse una carrera como la del estadounidense, muchas veces acusado de derechón, pero que trata ciertos temas con una limpieza que ya quisieran muchos.

David García




Se podría afirmar, sin riesgo a equivocarse, que nunca ha existido una época tan fecunda, artísticamente hablando, para la figura a la que se ha venido denominando director-actor. Woody Allen, Paul Newman (lástima que los coches y las salsas le hayan quitado tiempo para ponerse detrás de la cámara más a menudo), Robert Redford (algo menos afortunado en sus últimos trabajos), Nanni Moretti o Clint Eastwood constituyen la pléyade de cineastas-intérpretes, que echan por la borda el axioma de que la dirección está reñida con la interpretación.

La trayectoria de Clint Eastwood es especialmente singular: de duro y despiadado protagonista de “Harry, el sucio” o de cualquier “spaguetti western”, a desarrollar una exquisita sensibilidad en la dirección escénica y musical, que le ha servido para firmar varias obras maestras en un corto período de tiempo.

“Million dollar baby” es la historia de un perdedor, tanto en el plano moral como en el profesional. La máxima que figura en un cartel del gimnasio (colocado estratégicamente por Eastwood, para que el espectador fije su atención en el mismo), es un desagradable sarcasmo respecto al personaje interpretado por el mismo Eastwood: “Los ganadores están dispuestos a hacer lo que los perdedores nunca harán.”


La película está divida en dos partes nítidamente diferenciadas. En la primera y más larga, asistimos a un discurso pugilístico, género propio y exitoso dentro del séptimo arte (baste citar, entre otras, “Más dura será la caída” e “Ídolo de barro” de Mark Robson, “Toro salvaje” de Martin Scorsese, o más recientemente, “The boxer” de Jim Sheridan). La originalidad de ese tramo reside en que, esta ocasión, asistimos a la preparación de una chica para el agresivo deporte, con un tratamiento particularmente serio de la cuestión. En la segunda parte se plantea el drama en toda su extensión, a partir del manido asunto del auxilio al suicidio (no, no, tampoco es eutanasia, como se sigue creyendo respecto a la amenabariana “Mar adentro”. Aprovecho la digresión bioética para aclarar que la eutanasia es el concepto utilizado para definir la interrupción de forma voluntaria de la vida de un enfermo terminal, cuyo proceso degenera, sin solución de continuidad, en la muerte. Situación que no se da ni en la película española, ni en ésta.)

Si bien la película está construida sobre un elaborado guión de Paul Haggis (exceptuando quizá el momento de la visita de la familia de Maggie al hospital en el que se encuentra ésta internada), este último trabajo de Eastwood no llega a rozar la perfección que logró alcanzar con “Bird”, “Sin perdón” o “Mystic River”. La falla quizá haya que encontrarla en la desproporción narrativa entre las dos partes anteriormente definidas, que se acentúa por la temática tan distinta de una y otra, y que provoca, en definitiva, una desaceleración demasiado brusca de la trama en la resolución final.

Alberto Alcázar




Se dice que lo difícil no es alcanzar la cima sino mantenerse en ella, pues en este lugar podrás encontrar a tu mayor enemigo, y no hablo de la competencia externa que inspira rivalidad en continuo reto de la excelencia; sino del propio reto que te encuentras al intentar superar tu propia creación, tu propio menester, inspiración y expresión.

Pues es en ese instante en el que demuestras si podrás superarte o si has sido derrotado por quien menos te imaginabas, tu propio talento, y que has decaído ante aquello que te esforzaste tanto en detallar, pulir y armar para que derrotara y ofreciera fiel competencia a tus propios congéneres, aquello que resultará ser no sólo una dificultad para tu compañero de trabajo, sino para tu propia persona, es aquí donde surgen cuestionamientos que llenan tu aire de suspiros de interrogación, que si te conformas, o te retas propiamente, pero… ¿estarás preparado para enfrentar a un espejo que refleja un sueño y tus detalles oníricos hechos realidad?, ¿será el momento?, ¿podrás vencerte?, irónico u onírico, según sea el caso, Clint Eastwood ha logrado retarse nuevamente, y no sólo se ha retado profesionalmente, sino queh a retado su propia esencia y existencia, al plasmar una historia hecha para trascender en la mente del espectador, en el corazón del cine y en la razón del crítico, mostrando tres magníficos personajes hundidos en la derrota, la esperanza, el destino, e infinitos sentimientos que son indescriptibles.



El magnifico triunfo de “Million Dollar Baby” se debe a muchas y distintas razones, comenzando por su magnífico guión, el cual es tan sólido como un bloque de hielo macizo, pero he aquí un problema, el hielo se derrite en el calor, este guión por tan magnifico que sea, en la boca y mente equivocada puede escabullirse, derretirse, y diluirse en la nada, es decir que sino hubiera sido por las plausibles y magistrales actuaciones de Clint Eastwood, Hilary Swank y Morgan Freeman, la trama hubiera sido cautivadora, pero no impactante, a tal grado de sentir una empatía extrema con cada uno de los personajes, pues al parecer Eastwood se preocupo por poner en escena a tres peonajes cuyos características se asimilaran, encajando como un rompecabezas de la vida, la derrota, el rasgo onírico de cada uno, la duda y la esperanza, el dolor y el triunfo, enfrascando al entrenador cuya humanidad lo lleva a dudar de su esencia propia, mostrando un shock, una desesperación, plasmando escenas de carácter dubitativo, presentando a una Hilary Swank rutilante, que tal vez no sea imprescindible, pues al parecer tiene el estigma de los personajes con rasgos masculinos, los cuales suelen dejarle un olor impregnado a “Oscar” (pobre de ella…), destacando a un Morgan Freeman poco itinerante, manteniéndose en un lugar fijo, pero que excelente tacto, plausible tempo de charla, metáfora, y esa voz que atrae, suaviza y deleita al tímpano del espectador, interpretando a una boxeador cuyo éxito no fue el de los grandes, pero cuya experiencia sí lo es, dejando un sabor amargo en la esencia de cada uno de los personajes, pendiendo de un hilo su seguridad, cayendo en lo monótono y arriesgado a la vez.

¿Cómo Clint Eastwood puede lograr eso?, no compararé esta obra con alguna otra de Eastwood, pues no me atrevo, no me atrevo a juzgar algo que sin tener ese toque bizarro, resulta ser una obra netamente de arte, cuya trama, tempo, guión, personajes, actuaciones, montaje y escenario son los adecuados, tal vez los escenarios no sean los lo ultimo en la originalidad, pero he aquí el punto en el que pensamos que lo adecuado es lo mejor para una obra de esta índole, sin pasar por cimero que no sólo muestra una dirección y actuación de primera, sino también como debe ser una obra cinematográfica.

Lucio Avila

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