MONSIEUR BATIGNOLE (2002)
Dirección: Gerard Jugnot.
Intérpretes: Gerard Jugnot, Jules Sitruk, Michéle García, Jean-Paul Rouve.
París, 1942. En la ocupada capital francesa, los ciudadanos con raíces
judías intentan poner tierra de por medio para escapar de la persecución
nazi. Entre ellos está la familia Bernstein, que en el momento de emprender
la huida serán delatados por la familia Batignole, propietarios de una
charcutería. La sorpresiva aparición del benjamín de la familia, Simon
(Jules Sitruk), hará que Edmond Batignole (Gérard Jugnot) cambie su vida
de forma brusca.
“Monsieur Batignole” supone el noveno trabajo en el que Gérard Jugnot se
involucra tanto en la dirección, como en la interpretación. Con una fecha
de producción anterior a “Los chicos del coro” (2004) de Christophe
Barratier, en la que Jugnot encarnaba a un noble profesor de un internado
de jóvenes y con el que obtuvo un rotundo reconocimiento del público, nos
llega ahora aprovechando ese exitoso vestigio esta película francesa.
En una actuación similar a la empleada con Clément Mathieu, el reformista
director del coro infantil, Jugnot ejerce en esta ocasión el papel de
comerciante de embutidos, decidido a jugarse el tipo por un niño judío un
tanto listillo que pertenece a una familia a la que, previamente, el
charcutero había hecho la puñeta (verdaderamente quien traiciona a la
familia judía es su hipotético yerno, un literato frustrado, colaboracionista
y obsesionado por los títulos).
Jugnot, junto con Philippe Lopes-Curval, estructura el relato en tres partes
claramente diferenciadas: delación de la familia Bernstein y sus lucrativas
consecuencias para los Batignole; aparición de Simon y su ocultación junto
con dos de sus primas; y, finalmente, el descubrimiento del secreto de
Edmond Batignole con su positiva resolución final.
Con una cuidada ambientación y unos personajes algo exagerados, quizá
para dar la sensación de cuento moral, que es realmente lo que Jugnot
quiere transmitir, “Monsieur Batignole” sigue las huellas de otro relato
también maniqueísta y cargado de moralina, como lo era la excesivamente
sobrevalorada “La vida es bella” (1997) de Roberto Benigni.
En definitiva, “Monsieur Batignole” se podría incluir dentro de aquellas
narraciones que desdramatizan los conflictos humanos, condimentando su
contenido con dosis demasiado azucaradas de corazón.
Alberto Alcázar