• Por AlohaCriticón

moonlight cartel poster

MOONLIGHT (2002)

Dirección: Paula van der Oest.

Intérpretes: Laurien van den Broeck, Hunter Bussemaker, Andrew Howard, Johan Leysen.

En un paraje solitario cercano al aeropuerto, un menor (Hunter Bussmaker)

que ha sido escogido para transportar droga dentro de su organismo, es

disparado por los traficantes que le esperaban.

Deambulando herido, logra refugiarse en el cobertizo de una vivienda

propiedad de un matrimonio cuya hija adoptiva, Claire (Laureen Van der

Broeck) se encargará de sanar al chico.

Que esta película, producida en los Países Bajos en el año 2002 y dirigida

por Paula Van der Oest, haya sido premiada en el Festival Internacional de

Holanda con los galardones a la mejor actriz y a la mejor dirección, entre

otros, dice bastante del nivel cinematográfico oficial de aquellas latitudes.

“Moonlight”, que trata del empleo de menores como contenedores de droga

que pasan por las aduanas sin levantar sospechas, es tediosa, arrítmica y

lanza al espectador desde un principio a una sentina saturada de vómitos,

excrementos y orines que los juveniles protagonistas del relato van

dejando cual reguero.

Por otro lado, que un chiquillo con dos balazos en el cuerpo y perdiendo

más sangre que un morlaco en la suerte de varas, pueda aguantar el tute

al que le somete la compañera auxiliadora, es para quitarse el sombrero.

Pues sí, buena caña le mete la moza llevándole de excursión a una ermita

sanadora, a la ciudad a cometer una serie de hurtos, posteriormente a

alojarse a una mansión de aspecto gótico en la que deciden pegarse

unos “viajecitos” mediante el consumo de los saquitos de polvo blanco que

el chaval evacuó por la parte baja y, finalmente, a descubrir el sexo y

morir de amor (¿desangrado? ¡imposible!).

En fin, un supuesto thriller en el que dos jóvenes, por medio de un “pacto

de sangre” (la una aportándola de forma natural y el otro de manera

accidental) deciden ponerse el mundo por montera, incluso cuando ésta se

ha colmado de ciertas inmundicias.

Alberto Alcázar