OMAGH (2004)
Dirección: Pete Travis.
Intérpretes: Gerard McSorley, Michèle Forbes, Brenda Fricker, Peter Balance.
15 de agosto de 1998. En Omagh la normalidad en las calles se ve alterada
por una fuerte explosión. En un principio la confusión es total, se
desconoce la causa, los muertos, los heridos. El transcurso de las horas
es muy lento para aquellos familiares o amigos que nada saben de alguno
de los suyos. Este es el caso de Michael Gallagher (Gerard McSorley) que
busca desesperadamente a su hijo Aiden (Paul Kelly). Después de haberse
confirmado lo peor, Michael junto con otros damnificados decide iniciar una
cruzada por esclarecer el brutal atentado, pedir responsabilidades y exigir
justicia.
Suele ocurrir que cuando la sociedad asiste conmocionada a
acontecimientos atroces con consecuencias devastadoras, el recuerdo de
aquellos momentos, aunque sean recreados por actores y un equipo
técnico preparado para ello, siga creando un nudo en el estómago.
Esta es la sensación que provocan los veinticinco primeros minutos
de “Omagh”, cuya traslación a la pantalla grande es sencillamente magistral
y recuerda a otra película reciente, “Elephant” (2003) de Gus Van Sant,
en la que se narraba la tragedia de Columbine, en Estados Unidos.
No en vano, Pete Travis, director de “Omagh”, tiene ya experiencia en la
realización de series y documentales en televisión. En esta ocasión, Travis
se estrena en la dirección de largometrajes con esta efectista producción
en la que se plantean muchas interrogantes que son, a la postre, lo peor
que se puede transmitir a las víctimas de atentados terroristas de signo
político. Algunas de esas sombras que incluye Travis son: confidentes que
comunicaron algo y no fue tenido en cuenta, policía que hace la vista
gorda, políticos que ven de lejos la tragedia y expulsan vocablos
rimbombantes sin responder de forma directa…
Pero si algo hay que reprochar a Travis es la utilización de la cámara en el
hombro que, con la finalidad de dar mayor verismo al relato, llega a
incomodar al espectador durante la proyección. El asentamiento del
aparato sobre el correspondiente trípode, no hubiera restado un ápice la
constatación real del hecho por el respetable, ni el tono dramático del
argumento.
Por el contrario, cabría destacar la interpretación de todo el elenco,
especialmente de Gerard McSorley, un tipo muy ducho en el cine de
temática terrorista (“En el nombre del padre” (1993), “The boxer” (1997),
o “Bloody Sunday” (2003)). Su interpretación de Michael Gallagher,
recuerda a la desesperada búsqueda del periodista Charlie Horman por
parte de su padre en “Missing” (1982) de Costa Gavras, papel que le
supuso a Jack Lemmon el reconocimiento internacional.
“Omagh” es un filme muy a propósito para los tiempos que corren, en
donde los primerísimos planos recogen todo el sentimiento que pueden
expresar unos ojos que no ven por el terror de la situación, unas bocas de
las que salen palabras de impotencia o de formalizado consuelo, mezclado
con expresiones demasiado idealistas para un dolor tan sensible
(atiéndase a la secuencia en la que aparece el personaje de Gerry Adams).
En resumen, estamos ante la tesis de la sinrazón fundamentada en la
consternación de la pérdida de la vida por motivos fanáticos y en el golpe
emocional que supone encontrar dudas a algo que podría haberse evitado.
Alberto Alcázar