REMBRANDT (1936)
Dirección: Alexander Korda.
Intérpretes: Charles Laughton, Elsa Lanchester, Gertrude Lawrence, Edward Chapman.
Amsterdam, primera mitad del siglo XVII. De la sociedad patricia que habita
la ciudad, despunta un artista por encima de todos, Rembrandt Harmensz
van Rijn (Charles Laughton).
Sin embargo, la luz de su estrella empezará a disminuir de intensidad con
la muerte de su idolatrada y adinerada mujer, Saskia.
Alexander Korda, uno de los hermanos que más han hecho por la
realización cinematográfica en Europa (exceptuando, lógicamente, a los
Lumière), se embarcó, junto con el flemático Charles Laughton, en la
apasionante vida del genial pintor holandés, contemporáneo de Vermeer.
Korda, cuya predilección por los personajes históricos se ratifica con
anteriores producciones como “La vida privada de Helena de Troya”
(1927), o “La vida privada de Enrique VIII” (1933) (en la que la
interpretación del monarca por Laughton fue premiada con un oscar),
concluye un biopic sobrio, pero a la vez completo, del tan autorretratado
pintor.
La aportación de Laughton, en este caso, es incalculable, no ya sólo por
su vis dramática, sino también por el extraordinario parecido físico del
actor inglés con el propio Rembrandt.
El planteamiento de Korda, a partir de un guión de Carl Zuckmayer, se
centra en la vida más emocional de Rembrandt, dando unas mínimas
pinceladas de los episodios más notables de quien fue hijo de un molinero
de Leyden, todo ello con una recreación muy fidedigna del paisaje
holandés, merced a unos extraordinarios decorados (trabajo de otro Korda,
Vincent).
No habría de echarse en falta una perspectiva más artística en la película
ya que, como suele ser habitual en todo creador, la parte afectiva de
Rembrandt influyó sobremanera en su técnica pictórica. Conociendo
aquélla se deduce ésta.
En este sentido, el único cuadro que se le permite apreciar al espectador
es “La ronda de noche”, en el que el cambio de su estilo, consecuencia de
la muerte de Saskia, hace que sus admiradores le empiecen a dar la
espalda.
La química que pudiera brotar de “Rembrandt” habría que achacarla a la
intervención de Elsa Lanchester en su papel de Hendrickje Stoffels, quien
venía de dejar su impronta para la posteridad en su papel de “La novia de
Frankenstein” (1935) de James Whale.
No en vano, una de las mejores secuencias hay que encontrarla en el
segundo, definitivo y romántico posado de la excomulgada Hendrickje para
su queridísimo Rembrandt.
Alberto Alcázar
Enlaces