• Por AlohaCriticón

solaris 1972Dirección: Andrei Tarkovski.
Intérpretes: Donatas Banionis, Natalya Bondarchuk, Juri Jarvet, Vladislav Dvorzhetsky.


El doctor Kris Kelvin (Donatas Banionis) viaja al planeta Solaris para investigar unos extraños sucesos en la estación espacial que esta situada en la órbita del planeta y elaborar un informe de los mismos. Sin embargo una vez allí se enfrentara a algo totalmente desconocido que pone a prueba toda su experiencia profesional lejos de toda lógica humana.

Impresionante película de ciencia-ficción basada en la novela del escritor polaco Stanislaw Lem y realizada por el director ruso Andrei Tarkovsky. Aunque fue strenada en su época bajo el lema de La respuesta soviética al 2001 americano es sin embargo una película totalmente diferente y opuesta a ella en lo referente a su concepción visual, no hace un uso excesivo de la habitual pirotecnia de los efectos especiales, siendo una obra abierta y críptica a la hora de interpretarla por el espectador, a quien se le pone a prueba su capacidad de comprensión en los interminables 166 minutos que dura su proyección.




Esta no es una película fácil de comprender y menos hecha para un público que consume habitualmente cine comercial, es más bien un drama psicológico concebido para la introspección del individuo, en concreto de sus personajes principales. Aunque muchos la encuentren aburrida, incomprensible o lenta en su desarrollo, no deja de ser una obra maestra y, más aún, una película sumamente enigmática y fascinante a través de la cual Tarkovsky busca expandir el género de la ciencia-ficción mediante una máxima estilización narrativa y visual, inspirándose sobre todo en las pinturas renacentistas del pintor italiano Vittore Carpaccio para los paisajes del planeta donde trascurre la historia.Emplea la nostalgia para el desarrollo de los personajes utiliza detro del género elementos a los que el cineasta desinteresadamente recurrió para sortear la férrea censura soviética de la época, ya que la ciencia-ficción era considerada como un tipo de “cine para adolescentes”. Esto no evitó que la película fuera censurada en parte dado que Tarkovsky era considerado un subversivo por su anterior film, “Andrei Rublev” (1966). Finalmente, tras otros títulos y harto de tanta censura y falta de libertad de expresión, el cineasta terminó exiliándose de su país natal.

En pocas palabras la película no sólo es una adaptación muy fiel de la novela en ciertos aspectos, sino que también Tarkovsky aportó en cierto sentido su experiencia como escritor y poeta, construyendo una especie de prólogo y de epílogo de un mismo lugar de origen que no se menciona en la novela. Así, al comienzo de esta se cuentan los sucesos previos al viaje espacial de nuestro protagonista y al final posteriormente su supuesto regreso a La Tierra en una secuencia francamente alucinante e increíble, en donde hace uso de la música clásica con piezas de Bach y de sonidos electrónicos de Eduard Artemiev. Sin duda lo mejor de la película que lo dota de una atmósfera francamente enigmática.

Rostov




El científico Kris Kelvin (Donatas Banionis) es enviado a una estación espacial que gira en torno al planeta Solaris, al que rodea una especie de océano que se cree pueda ser una especie de cerebro pensante.
Todas las informaciones que llegan de la estación son extrañas y carecen de sentido, así que la misión de Kris es la de comprobar qué extraños sucesos ocurren en la misma.
El personaje de Kris evolucionará de forma drástica a lo largo de la película, ya que si al principio se muestra como un tipo frío y extremadamente racional, al final acabará sucumbiendo a las pasiones y emociones que se desencadenan en la estación.

El guión de Solaris fue escrito conjuntamente por Andrei Tarkovsky y Friedich Gorenstein a partir de la novela homónima de ciencia-ficción de Stanislaw Lem. Siendo Tarkovsky está claro que no nos encontramos ante una cinta de ciencia-ficción al uso (de hecho Tarkovsky renegaba de dicho género) sino que se trata de una reflexión de carácter existencialista en la que se intenta penetrar en las oscuras profundidades del alma humana.




Solaris se estrenó en 1972, cuatro años después de la obra maestra de Kubrick 2001: una odisea del espacio, por lo que las comparaciones entre una y otra resultaron inevitables. Nos encontramos en cualquier caso ante dos filmes completamente distintos, ya que además de las diferencias de presupuesto (claro está en favor de 2001) existe otra, quizás la más importante. Y es que si en 2001 Kubrick buscaba las respuestas en el exterior, en el espacio, Tarkovsky por su parte prefiere realizar un ejercicio de introspección humanista. El espacio exterior carece de importancia en Solaris, de hecho las imágenes del mismo son escasas, al contrario del espectáculo coreográfico que Kubrick nos planteaba en su obra. Si en 2001 los diálogos eran escasos, en Solaris son abundantes y profundos y la insuperable espectacularidad formal del filme de Kubrick es inferior en contenido a la trascendentalidad mística y filosófica de la obra de Tarkovsky.

Solaris comienza con el Preludio Coral en Fa Menor de J. S. Bach, lo que nos indica que estamos ante un filme de evidentes interpretaciones religiosas (como casi toda la filmografía de su autor) y tras los créditos la acción se sitúa en la tierra.

Se trata de un extenso prólogo, ausente en la novela, que Tarkovsky incluyó para dejar claro desde el principio que su interés se centra ante todo en la relación que se establece entre nuestro planeta y el hombre, no entre el hombre y el resto del cosmos.

Una vez trasladado a la estación espacial, Kris comprobará que el océano pensante es capaz de reproducir los sueños y recuerdos de la mente humana. Algo que se produce cuando los tripulantes duermen, y que en el caso de nuestro protagonista dará lugar a la aparición de Hari (Natalia Bondarchuk) su mujer que se había suicidado unos años atrás. Pocos personajes en la historia del cine desprenden el patetismo de Hari, esa chica sensible y enamorada que para no dañar a su amado intenta destruirse una y otra vez, resucitando cada vez que lo hace.


En la película también aparecen otros dos destacados actores soviéticos y también tripulantes de la estación, Anatoli Solonitsin (actor favorito de Tarkovsky) y Yuri Yarvet, más conocido por su magistral interpretación en El rey Lear de Grigori Kozintsev (1970).

A Stanislaw Lem no le gustó demasiado la adaptación de Tarkovsky al considerarla en exceso mística (algo que tampoco agradó a las autoridades soviéticas) ya que atacaba la vanidad de la ciencia y reflexionaba acerca de la muerte, el amor o la inmortalidad. Si uno conoce las preocupaciones e inquietudes religiosas que invaden la filmografía del autor de Stalker no le costará encontrar ciertos paralelismos entre el océano de Solaris y una especie de Dios o demiurgo creador. Tampoco le extrañará la similitud (al menos conceptual) entre la estación espacial y el paraíso cristiano, donde se supone que uno se reencuentra con sus sueños y seres queridos. Además no deja de ser significativo que los “visitantes” aparezcan cuando llega el sueño, un sueño que cuando es demasiado profundo se asemeja a la muerte tal y como afirma Sancho Panza en un episodio del Quijote que lee uno de los protagonistas del filme.

Si tenemos que quedarnos con un instante de esta obra maestra, sin duda nos quedamos con ese en el que Kris y Hari, abrazados, flotan como consecuencia de la ingravidez de la estación mientras suena la anteriormente citada composición de Bach. Esa ingravidez de los personajes que también encontramos en otras obras de Tarkovsky nos muestra su extraordinaria poética visual.

En definitiva, 165 minutos de absoluta fascinación.

Ricardo Pérez

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